sábado, 26 de febrero de 2011

¿Qué Es Lo Bueno? ¿Que Es Lo Malo Para El Imperialismo Cultural? Conceptos Filosóficos Para Un Mundo Desclasado

La máxima de Kant “Compórtate de modo que tu conducta pueda convertirse en norma para todos los hombres en condiciones similares”, es menos simple y evidente de lo que parece a primera vista.

¿Qué se entiende por “condiciones similares”? ¿Las condiciones inmediatas en que se opera, o las condiciones generales, complejas y orgánicas, cuyo conocimiento exige una investigación larga y críticamente elaborada? (Fundamento de la ética socrática, en la cual la voluntad “moral” tiene su base en el intelecto, en la sapiencia, y por ende, el mal comportamiento se debe a la ignorancia; y la investigación del conocimiento crítico es la base de una moral superior).

Esta máxima Kantiana deja mucho en que pensar, ya que es difícil encontrar a una persona que no opere creyendo encontrarse en las condiciones en que todos operarían como él.

Para ser más prácticos: el que roba por hambre considera que todos los que tengan hambre robarán; el que mata por venganza, creerá que todos los que ansíen justicia práctica matarán. En ese ámbito, sólo los “locos” en el sentido clínico, actúan sin creer que están en lo justo. La cuestión se relaciona con otras.

- Todos son indulgentes consigo mismos, porque cuando operan no “conformísticamente” conocen el mecanismo de las propias sensaciones y de los propios juicios, de la cadena de causas y efectos que los han llevado a operar –en cambio son rigurosos con los demás, porque no conocen su vida interior-;

- Todos operan según su cultura, es decir, la cultura de su ambiente, y “todos los hombres” son para cada cuál su propio ambiente, los que piensan como él: la máxima de Kant presupone un solo pensamiento, un conformismo “mundial”.

Fijándonos detenidamente en este último factor, los conceptos morales y éticos del bien y el mal estarán también ligados al pensamiento cultural que se comparte en sociedad. Entonces, si vemos la máxima de Kant desde esta perspectiva, el que opera es el portador de las “condiciones similares”, o sea, el creador de estas; dicho de otra manera: el ser humano social “debe” operar según un “modelo” que quisiera difundir entre todos los hombres. Llegamos a la idea del “Sistema de orden social”

Pero estos conceptos sobre el bien y el mal dependen de muchos otros factores.

Pero, ¿de qué factores hablamos?

En ése sentido basaremos esta investigación: en un subcontinente tan vasto de identidades como Latinoamérica, es difícil basarse simplemente en una sola identidad. Cada cultura es una perspectiva social y filosófica distinta.

Pero los factores que las modifican son esencialmente los mismos: la mayoría factores externos que cambian la forma de vida de comunidades enteras.

Por su parte, Luz García Alonso, agrega:

“El hombre consciente de sus limitaciones recurre a otros hombres para sobrevivir y para vivir mejor. Con ello intuye la condición precaria del individuo, frente a la riqueza de la especie. El hombre se da cuenta de que con otros hombres, es capaz de plantearse metas en cuya consecución participen juntos. Con ello intuye la participación en el bien común. Así el hombre se instala en el orden social.”

Pero a veces, este orden social se enmarca en una ola de influencias externas, como es el caso de Latinoamérica.

¿Qué es bueno, y qué es malo en una sociedad como la nuestra? Eso es lo que veremos a continuación: tratar de demostrar, que los conceptos del bien y el mal cambian a través de la historia, transformando con ello a la sociedad y a su intrínseca identidad. Y que, además, el crecimiento ético y moral del ser humano se desarrolla dentro de esta ola de factores que no siempre puede ser correcta ni éticamente aceptable.

(Textos de Antonio Gramsci, Luz García Alonso y argumentos del autor).

I Parte:
El desarrollo del Bien y el Mal en el Hombre a través de su vida y su Historia en Latinoamérica


Recordando, para tener mayor cantidad de conceptos claros, los términos de “Bien” y “Mal” corresponden a una serie de valoraciones tanto positivas como negativas respecto a determinada acción. Al menos desde la perspectiva del área que observaremos en este trabajo.

Pero estas calificaciones no sólo dependen de la valoración personal o moral de la acción a ejecutar, sino que también dependen de lo que por sociedad se comprenda por “bueno” o “malo”. Vale decir, no significará lo mismo matar una vaca en un sector campesino de América, que en un sector de la India en el cual son sagradas.

Además, existen factores que incluyen nuevas perspectivas acerca de lo que es bueno en nuestros días (que ya veremos más adelante).

El ser humano desde su infancia construye su moralidad. Es un proceso con todo tipo de aprendizajes, y en un principio, la moralidad es heterónoma: el niño construye su moralidad en base a lo que entiende de padres, amigos, el colegio, su propia sociedad, etc.

Durante esta etapa lo que entienda el niño acerca del Bien y el Mal es esencial.

Sin embargo, Latinoamérica, y específicamente Chile, han tenido una historia particularmente injusta en cuanto a sistemas de orden social se trate. Y el factor económico es uno de los más importantes, pero no por ello será determinante.

Para ser más explícitos, si en un sistema socialmente injusto, donde se promueva el consumismo y el individualismo por sobre todo, crece un grupo de niños en un ambiente de profunda pobreza, ¿qué será de su moralidad y de su percepción acerca del bien y el mal?

Actualmente, en muchos casos esos sectores se convierten en abundantes focos de delincuencia, donde los jóvenes desde pequeños se han imbuido del ambiente consumista, y no saben discriminar entre lo correcto y lo incorrecto.

Pero, ¿y qué pasaba en el siglo XIX, donde la injusticia social era aún peor?

Gabriel Salazar, historiador chileno, nos cuenta:

(…) “Si los niños constituyen la célula germinal, la fuente originaria de “lo humano” de la humanidad ¿pueden las bombas subjetivadas de la crisis neoliberal destruir por completo esa “célula madre”? ¿Traen los niños, en su mismísimo ser, un germen de humanidad capaz de sobrevivir a los ataques externos, capaz de desenvolverse por sí mismo, en lealtad a la esencia que traen consigo al nacer? ¿Son capaces de devolver bien por mal o, por el contrario, son un mero efecto mecánico y un puro epifenómeno que reproduce y multiplica las acciones de que son objeto? O sea: ¿pueden ser capaces de “rebelarse”, no para negar la humanidad que traen en sí mismos, sino para re-humanizar el mundo exterior?

“Lo que más me llama la atención - dice Norma Carrasco, del Colegio Blest Gana - es esa lealtad que los niños se tienen entre ellos. O sea: si uno se manda una embarrada, ninguno acusa al otro, aunque tú estés presionando para que ellos lo digan. Es una lealtad increíble, porque en otros sectores (de la ciudad de Rancagua) no. Por nada del mundo el niño te traiciona o delata. Igual, si uno lleva un pan, lo reparte con todos sus compañeros de colación: tienen un increíble sentido del compartir.”

“Son bien solidarios entre ellos - corrobora Verónica Bravo, profesora del establecimiento -; los niños se cuidan entre ellos. Sobre todo con los más chiquititos. Tenemos un menor que tiene 6 años y todos lo cuidan harto. De repente no se soportan y pelean, hasta combos de repente hay, y esas cosas. Pero la mayoría de las veces se arreglan, porque ésta es una casa y ellos son como una familia, y entonces entre ellos son hermanos…”

“Recorro mucho el campamento - dice la Señora Isabel, de la Junta de Vecinos de la Población San Francisco - y hay niños de ocho, mocositas de ocho años que ya tienen que estar preparando la comida, una caldo Maggi para sus hermanitos, porque quedan al cuidado de ellas porque las mamás son temporeras…”

Lejanos los padres, amenazante el sistema, los niños se abren hacia los únicos que pueden comprenderlos: ellos mismos. Donde queda poco amor filial y protección, solo puede desarrollarse la fraternidad, la camaradería, la solidaridad. Así, aun cuando los niños crecen con graves carencias afectivas, crecen también con una experiencia creciente de “fraternidad”. Que es, sin duda, la célula madre de la sociedad y la humanidad.”

Salazar, a través de sus crónicas y análisis, demuestra que la infancia es uno de los períodos más puros de la vida humana, donde los reales espíritus de la sociedad se viven y expanden.

Pero con el tiempo, el ser humano como ser social y político, conforma su propia perspectiva acerca del bien y el mal, su propia moral. Lamentablemente, este ser social debe inmiscuirse en un mundo de orden político en el cual no siempre tendrá todas las oportunidades, y tendrá que hacer de su vida una herramienta de trabajo. Trabajo que no siempre es remunerado de forma correcta, una vida donde la identidad que forje será producto además de fuentes externas y donde los espacios culturales serán escasos y comercializados.

Este proceso de la moralidad se inmiscuye además, con el concepto tripartito de identidades. Construir una Moralidad implica desarrollar junto a ella una Identidad.

Dentro del estudio de la Identidad, la podemos clasificar en 3 fases:

Identidad Individual, o concepción del vivir individual. Esta característica o clasificación de identidad, nos da a conocer el proceso de conformación del carácter personal, es decir, es el motor de desarrollo del SER en su propia sociedad, lo cual lo define y lo hace reconocible, un distintivo del resto del mundo.

Luego podemos considerar las otras dos fases, que dependen necesariamente una de la otra para poder conformar la Identidad Individual: ellas son la Identidad Histórica, la cual se forja en procesos historiográficos o geopolíticos a partir del tiempo, procesos que definen rasgos distintivos, es decir, una idiosincrasia.

Y por último, la Identidad Cultural, concerniente a variables que no se relacionan necesariamente con lo político- geográfico, pero sí con la conformación de características que definen a agrupaciones políticas o sectores definidos de la población.

En la construcción de todo este proceso de Identidad en Latinoamérica, diferenciado obviamente por la cantidad de culturas existentes en la región, los seres humanos se organizan en sociedad al compartir un historia, lengua y rasgos comunes. Se hallan ubicados en diversas partes del multifacético centro y sur del continente, y hasta hace 518 años atrás eran pueblos autosustentados y con una filosofía y sentido común propios.

Sin embargo, luego de la Conquista por parte de España y Portugal de los territorios americanos, la sincretización de la cultura se hizo más evidente. El ser humano latinoamericano se adaptaba a las situaciones impuestas por los europeos, y construía una identidad mestiza.

Es esta identidad mestiza la que ha acompañado la creación de la moralidad hasta nuestros días, siendo la base para la comprensión del Bien y el Mal.

Por ejemplo:

Hay clasificaciones ortodoxo-religiosas acerca del “Mal”:

El mal moral: Resultado de acciones humanas

El mal natural: Resultado de acciones ambientales.

El Manem: Combinación del mal natural y el moral.

El Malativo: Mal relativo.

En cuanto a éste último, el mal relativo, en el cual lo que es malo depende de la perspectiva de la cultura en que se halle, podemos introducirnos a la temática de costumbres religiosas Incas, parte básica de la vida y el sentido común de aquel pueblo sudamericano.

Dentro de estas acciones, se encontraban los sacrificios humanos Incaicos, como forma de dar sangre (fuente de vida), al dios Sol, Inti.

Cuando los exploradores españoles llegaron, su percepción obviamente sería negativa, ya que en su pensamiento moral-religioso no se explican los sacrificios. Y como la dominación española fue más fuerte que la resistencia indígena, la percepción moral negativa acerca de estas costumbres provocó una sincretización religiosa por parte de los pueblos incaicos, quienes integraron las creencias religiosas europeas junto a algunas de su cultura, y se comenzó a desarrollar esta moralidad e identidad mestiza en el ámbito religioso.

Así, como ya hemos observado en esta identidad mestiza en Latinoamérica a través de la historia, los conceptos del Bien y el Mal no sólo dependen de los principios básicos de la humanidad, sino también del dinamismo que ésta pueda tener, y debido a factores que la modifican.

A continuación, veremos qué factores actualmente determinan los pensamientos acerca del Bien y el Mal.


II Parte:
El Bien y el Mal en la Sociedad Latinoamericana Contemporánea, y los factores que la modifican.


Ya hemos observado que el Bien y el Mal son conceptos filosóficos morales, que se relacionan tanto con la historia como con la identidad social. A través de las experiencias latinoamericanas, podemos darnos cuenta de que la sociedad es dinámica, nunca estática, y se imbuye tanto positiva como negativamente de influencias externas.

Actualmente vivimos en un sistema económico neoliberal, donde el aspecto económico determina diversas funciones básicas de la sociedad. Sin embargo, a pesar de los aspectos positivos que el sistema de orden social imperante pueda tener, el aspecto moral y filosófico del neoliberalismo pareciera no tener fundamentos tan positivos.

El consumismo, el individualismo, son cosa de todos los días, y los conceptos del Bien y el Mal se corresponden (o tratan de corresponderse) con las leyes del mercado.

Ante esto, se desarrolla en toda Latinoamérica un ambiente similar al que describía Salazar anteriormente: “Si los niños constituyen la célula germinal, la fuente originaria de “lo humano” de la humanidad ¿pueden las bombas subjetivadas de la crisis neoliberal destruir por completo esa “célula madre”?

La infancia, la etapa heterónoma de la moralidad humana, se adapta a esta forma de vida, y absorbe todo lo que la sociedad actual le inculque. Aceptará los vicios y vejaciones, las falsedades y todo tipo de problemas que lleguen a afectar su débil fortaleza ante la sociedad.

La sociedad actual tiene mucho que analizar en el tema del Bien y el Mal. Hasta ahora, en América Latina, ocurre lo mismo que sucedió hace ya tantos años con España y Portugal: existe una invasión de cultura, de hegemonía, y de otros aspectos que hacen que la identidad latinoamericana, ya mutilada, desaparezca cada vez más. Esta vez ya no es España ni Portugal, ahora la potencia mundial que invade con su cultura hegemónica, es Estados Unidos.

Las percepciones morales acerca del Bien y el Mal, se confunden con el consumismo y el individualismo, y los focos de delincuencia y violencia aumentan en grados en todo el continente, por la misma razón de que la discriminación de lo que es bueno y lo que es malo se pierde en un orden social que no iguala oportunidades.

La sociedad es dinámica, y se transforma debido a interacciones de diversos factores. Entre ellos, podemos integrar la transformación por relaciones de producción, la transformación por influencia geográfica (el ambiente natural que con su acción provoca cambios en la sociedad), la transformación por influencias hegemónicas, y una transformación por dominación.

Baruch de Spinoza consideraba el bien como algo subjetivo, no sólo por haber insistido en la idea de que lo bueno de cada cosa es la conservación y persistencia en su ser, sino también por haber escrito expresamente que «no nos movemos, queremos, creemos que es bueno, sino que juzgamos que es bueno porque nos movemos hacia ello, lo queremos, apetecemos y deseamos»

En sociedad, nos movemos hacia lo “Bueno” porque nos dicen qué es bueno, nos ofrecen lo bueno y nos movemos hacia ello.

Podemos agregar, además, el concepto de conciencia, para complementar:

“En términos filosóficos, se diría que es la facultad de decidir según la percepción del bien y del mal (lo que llamaríamos conciencia moral). De todas maneras, no está falto de razón Jean Paul Sartre cuando afirma que “la conciencia sólo puede existir de una manera, y es teniendo conciencia de que existe".

Pero la conciencia moral puede llevar a diferentes personas a actuar de distinto modo, de acuerdo con sus principios. Un ejemplo sería el de la posición ante la guerra. En este sentido, el dramaturgo Eugene Ionesco ha escrito una frase que explica bien esta paradoja: “Si matamos con el consentimiento colectivo, no nos remuerde la conciencia. Las guerras se inventaron para matar con la conciencia limpia”.

Algunos expertos afirman que la actuación de la conciencia moral abarca tres niveles: "antes del acto", "durante el acto" y "después del acto". En el primero caso, la conciencia actúa como consejera; en el segundo, nos indica que somos libres y responsables da nuestra acción; en el tercero, actuando como juez y ejecutora, la conciencia nos aplicaría su sentencia: satisfacción, tranquilidad, remordimiento, vergüenza, arrepentimiento, etc.”

Esta conciencia moral se construye desde la etapa heterónoma de la infancia, pero es necesario que ella se base en principios aceptables.

Sin embargo, así como en las crónicas de Gabriel Salazar, en la infancia se corresponden estos términos, fortaleciendo así el lazo de unión social, por encima de las perspectivas comunes.


Conclusión Final

La construcción de una moral, desde la infancia, requiere además de padres comprometidos, una sociedad que fomente los valores básicos de la sociedad humana.

Sin embargo, la identidad mestiza latinoamericana, se ha visto aquejada por problemáticas de diversa consideración, adaptándose una y otra vez a los factores que la imbuyen tanto de situaciones positivas como negativas.

Es así como las valoraciones del Bien y el Mal se ven distorsionadas con la aparición de sistemas de orden social que no siempre tienen buenos fundamentos filosóficos para poder satisfacer el correcto funcionamiento de la sociedad política humana.

La conformación de la conciencia en un sector tan sincretizado del mundo, donde se mezclan diversas percepciones acerca de lo bueno y lo malo debido a la multifacética aparición de identidades, se dificulta, y la valoración de posibilidades y situaciones se modifica dando pie a un aumento en los focos de delincuencia e injusticias sociales y económicas.

El Bien y el Mal no es una teoría absoluta. Es dinámica, al igual que la sociedad que trata. Se modifica al igual que ésta, y se ve influida por factores externos que cambian su percepción ante la sociedad, y que modifican la construcción de una Identidad Individual, Histórica y Cultural.

A través del tiempo, nuestro país se ha visto afectado por modificaciones de todo tipo. Y la construcción de conciencia moral, sentido común e identidad se ha visto igualmente transformada.

La identidad, que se construye en base a una moralidad y conciencia moral, no puede viajar en solitario bajo estructuras que no signifiquen factores para su desarrollo, sino que depende necesariamente de las características sociales, culturales e históricas, para desarrollar con el tiempo una visión clara del mundo que nos rodea, y una noción Espacio-Tiempo-Ser que constituya una plena condición del ser humano.

Sin embargo, a pesar de que la sociedad actual latinoamericana, llena de influencias extranjeras que se sobreponen a los valores ancestrales de un territorio como éste, siga siendo una fomentadora del consumismo e individualismo, hay una base que nace día a día y que es la esperanza de cambio diaria en el mundo.

Es ese fenómeno que se explica en el texto de Salazar:

“Lejanos los padres, amenazante el sistema, los niños se abren hacia los únicos que pueden comprenderlos: ellos mismos. Donde queda poco amor filial y protección, solo puede desarrollarse la fraternidad, la camaradería, la solidaridad. Así, aún cuando los niños crecen con graves carencias afectivas, crecen también con una experiencia creciente de “fraternidad”. Que es, sin duda, la célula madre de la sociedad y la humanidad.”

Son los niños, y su desarrollo en el sistema, los que desarrollan la ética y la conciencia moral en los sectores más aquejados por la economía, y ellos son la esperanza de cambio para reconstruir una mejor percepción acerca del Bien y el Mal en la construcción de una identidad social latinoamericana.

Los niños y su raciocinio inocente, la esencia de la humanidad presente en los estratos más bajos, tienen la posibilidad de enseñarnos que la ética acerca de los positivo o lo negativo, viene en pequeño y al comenzar nuestras vidas:

El bien y el mal son conceptos valorativos acerca de situaciones, pero se ven ultrajados por los factores negativos de la sociedad. La única forma de conformar una identidad social latinoamericana, basada en los principios humanos que son los más básicos, es volviendo atrás y dándonos cuenta de que es necesaria una transformación de la sociedad desde sus raíces, y recuperando la verdadera base del ser humano, político y social, que nace junto a los niños.

Por Renzo Masciocchi