El
9 de noviembre de 1983 se registra la detención de Galo y María
Candelaria Acevedo Sáez, hijos de Sebastián ACEVEDO BECERRA, por civiles
armados que no se identificaron. Su padre desesperado los busca en
diferentes recintos y solicita ayuda en numerosas partes, sospechando
que se encuentran en poder de la CNI.
El
11 de noviembre de 1983, al no tener noticias de ellos, en señal de
protesta y para presionar a las autoridades, rocía parafina y bencina en
sus ropas en la Plaza de Concepción, y debido a que un Carabinero
intenta detenerlo, se prende fuego, muriendo a las pocas horas a
consecuencia de las quemaduras que sufre.
En
aquel entonces yo tenía 12 años, había salido del colegio y me disponía
a regresar a casa. Camino a tomar la micro, diviso mucha gente en la
plaza de armas. La curiosidad me llevó hasta allá. Un hombre se había
prendido fuego. Su cuerpo estaba ahí postrado, los restos de bencina
aparecían esparcidos al lado afuera de la catedral. No lograba
comprender porque ese hombre había tomado tal decisión. Me fui a casa
llorando aquel día, hasta que supe sus razones. Aquel hombre agobiado
por la posibilidad de que hicieran desaparecer a sus hijos y en una
muestra de desesperación, quiso llamar la atención para así revertir el
futuro incierto que le deparaba a sus hijos.
Desde
aquel día, y tras conocer esta historia, algo cambió en mí. Comencé a
preguntar y descubrí que esa realidad que vivía aquel hombre no era un
caso aislado y estaba más cerca de lo que yo jamás hubiese imaginado.
Comencé a darme cuenta que así como aquel hombre que buscaba a sus
hijos, habían mujeres que buscaban a sus maridos, hijos que querían
saber el paradero de sus padres, familias que habían debido separarse
para salvaguardar sus vidas, personas que habían tenido que emigrar
fuera del país con la prohibición de regresar, centros de tortura a dos
cuadras de mi casa....y yo me preguntaba, ¿Qué cosa tan terrible habían
hecho estas personas para que otros los creyeran tan peligrosos que
debían asesinarlos?...mis preguntas tuvieron respuestas indescifrables,
que hasta el día de hoy me siguen pareciendo la peor de las
aberraciones.
Hoy
he querido recordar a aquel hombre, que un día como hoy, y en un gesto
de amor decidió dar la vida por sus hijos. No conocí a su familia, pero
me sentí parte de ella. Recuerdo que después de esto, incluso se formó
un movimiento que llevaba su nombre: Movimiento Sebastián Acevedo
Becerra. Muchos vieron a través de su ejemplo el coraje para gritar lo
que estaba ocurriendo.
Quiero
recordar para no olvidar que como él muchos otros sufrieron las
consecuencias de la irracionalidad humana. Quiero recordar que en este
mundo hay cabida para todos y que todos tenemos el derecho de pensar
distinto y que eso no nos hace merecedores del odio y mucho menos de la
muerte.
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