Los primeros habitantes de la Península Ibérica de los que se tiene noticia, pueblos de diversas procedencias, hablaron lenguas también diversas (célticas, ligures, ibéricas, etc. ); pero el conocimiento que tenemos de ellas es muy escaso y confuso. En algunas zonas del sur de Levante, donde los fenicios (desde el siglo XI Antes de Cristo) y los griegos (desde el VII Antes de Cristo) fundaron una serie de colonias, se hablaron las lenguas propias de estos pueblos.
Por José Manuel Huidobro. Puede leer el Artículo Completo en Scribd.com
En el siglo VII A.C. un nuevo pueblo fenicio, el de la ciudad de Cartago (en el Norte de África), tras establecer una colonia en la isla de Ibiza,Inició una larga dominación en el sur de la Península Ibérica. Esta dominación, cuando los cartagineses lucharon contra los romanos y fueron vencidos por ellos, trajo como consecuencia una acontecimiento de importancia fundamental para la futura nación española: la presencia, en suelo ibérico, del pueblo, la cultura y la lengua de Roma.
La península Ibérica fue romana desde finales del siglo II A.C. hasta los comienzo del siglo V D.C. Tan honda fue la huella que en esta tierra dejó la civilización romana, que no sólo quedó casi totalmente olvidada toda la cultura anterior, sino que quedó definitivamente marcado por ella todo lo que vino después.
De todas las lenguas que existían en la península Ibérica antes de la dominación romana (y que por ello llamamos prerromanas) sólo una quedó en pie y ha llegado viva hasta nuestros días: El Euskera. El vascuence no ha dejado de influir algo sobre la lengua castellana, y prueba de ello es que algunos rasgos fonéticos y algunos elementos morfológicos de ésta parecen ser de origen vasco.
También, las lenguas desaparecidas han quedado reliquias asiladas dentro del vocabulario español. Algunas de las palabras que se suelen citar como “vasquismos” pudieran proceder realmente de esas lenguas de donde pasaran juntamente al euskera y al castellano.
Donde más abundante es el recuerdo de aquellas viejas lenguas en los nombres fósiles de la geografía. También infinidad de comarcas y regiones han conservado a través de más de dos mil años los nombres que ya tenían cuando empezó a existir en la historia esta península, como los fenicios de Cádiz y Málaga, y los celtas de Sigüenza y Segovia.
El Latín, Nuestro Idioma
En el año 218 A.C. desembarcó en Ampurias un ejército romano que venía a combatir contra los cartagineses, en la guerra que la ciudad de Roma sostenía contra éstos. Asi comenzó una dominación que había de durar más de seis siglos.
Hispania fue declarada enseguida provincia romana, y sus conquistadores, dotados de gran sentido práctico y talento organizador, fueron colonizando la mayor parte del territorio y explotando sus recursos humanos y naturales. Los hispanos, que se vieron obligados a incorporarse al modo de vida implantado por los romanos, hubieron de aprender, entre otras lenguas prolongaron su vida en algunos lugares durante muchos años (como el euskera), fueron poco a poco replegándose ante las ventajas que ofrecía el uso de una lengua oficial común, que a la vez era indispensable para la relación con los dominadores y el comercio.
¿Que lengua hablaban los romanos? Cómo la ciudad de Roma está situada en la región del Latium (que fue la primera frontera de la expansión romana), su lengua se ha llamado latina.
El Latín es una de las lenguas itálicas, grupo de lenguas hermanas habladas en la península de este nombre unos siglos antes de Cristo, variedades de una lengua anterior, el itálico, la cual solo conocemos a través de sus hijas. El itálico, a su vez, era una rama del antiquísimo tronco indoeuropeo. Todo lo que sabemos de la lengua indoeuropea es también a través de sus descendientes: se conoce su existencia (que hubo de ser en época muy remota, anterior en varios milenios a la invención de la escritura) por las numerosas semejanzas que se descubren en una serie de lenguas aparentemente muy distintas y hoy muy alejadas entre sí geográficamente, semejanzas que sólo son explicables suponiendo un origen común. Así se sabe que, al lado del latín (con toda su descendencia)y las otras lenguas itálicas, son indoeuropeas las lenguas célticas (tanto las que se hablaron en Hispania prerromana como las que hoy perviven en las Islas Británicas), el griego, el albanés, las lenguas germánicas, y las eslavas. Casi todas las lenguas de Europa pertenecen, pues, como el latín, a la familia indoeuropea.
Dentro de este árbol genealógico, el latín tuvo un destino muy singular.Empezó siendo la lengua de una comarca en el centro de la Península Itálica y llegó a ser, tras la expansión del poderío romano, la lengua del mayor imperio conocido en la antiguedad.
Hoy el latín vive, bajo distintas formas de evolución, en Portugal, en España, en Francia,en Bélgica, en los extensos territorios adonde lo llevaron los españoles, los portugueses y los franceses, tanto por América del Sur como por Asia y África.
Un hecho religioso importante, el establecimiento de los pontífices cristianos en la ciudad de Roma, dio lugar a una larga pervivencia del idioma del Imperio Romano (desde el siglo III hasta nuestros días) como lengua universal de la Iglesia Católica.
También,la lengua latina alcanzó un gran nivel literario bajo el influjo que la gran cultura griega ejerció sobre las clases letradas de Roma, y sirvió como vehículo a una importante producción científica. Como consecuencia de esto, mucho después de la desaparición del Imperio Romano, una larga época de la cultura moderna (del siglo XV al XVIII), recuperando el latín y las obras maestras de la poesía y del saber antiguo en él escritas, revitalizó el estudio de este idioma y su cultivo, que ya venía de la Edad Media, como lengua universitaria y científica.
Pero esta vida del latín como lengua de la ciencia y como lengua eclesiástica es completamente artificial, a diferencia de la verdadera continuación que son las lenguas neolatinas,es decir, las “nuevas lenguas latinas”, que también se llaman románicas o romances, y que son: el francés, el provenzal, el italiano,el retrorománico o romanche y el rumano, además de las lenguas que ahora se hablan en la península Ibérica (a excepción del euskera).
Orígenes Del Idioma Español
La base del idioma Español es el latín vulgar, propagado en España desde fines del siglo III A.C, que se impuso a las lenguas ibéricas y al vasco.
Los abundantes documentos que nos quedan del latín provienen de los textos literarios. Pero si queremos conocer los verdaderos orígenes de nuestra lengua, tenemos que imaginar como hablaban los hombres y mujeres del Imperio.
Efectivamente, las lenguas romances no derivan del latín escrito en la literatura, sino del latín hablado en las calles y las plazas. Y las diferencias entre una y otra variedad lingüística son importantes. En el aspecto fónico, el latín literario diferenciaba diez vocales (cinco largas y cinco breves) y esa longitud vocal podía modificar el significado de una palabra. El latín oral reemplazó esa distinción por el acento de intensidad, que persiste como rasgo distintivo de nuestra lengua. En el plano morfológico los sustantivos y los adjetivos se declinaban, lo que significa que adoptaban una terminación diferente según cual fuera la función que desempeñaban en una oración.
Esta característica del latín literario era reemplazada en el latín oral por un aumento en la cantidad de preposiciones, tal como sucede en el castellano actual. En lo referente al aspecto sintáctico, el latín literario empleaba con frecuencia el hipérbaton en tanto que el latín oral ordenaba la oración con una regularidad casi constante y similar a la de nuestra lengua.Una relación lógica por parte, si se tiene en cuenta que una lengua evoluciona y se modifica con mayor dinamismo en su variante oral que en la escrita.
El Castellano, el dialecto de un pequeño rincón de la frontera oriental del reino leonés, zona militar batida por los asaltos de los musulmanes, empezó siendo un bárbaro lenguaje que motivaba las risas de los cortesanos de León. Castilla, primero condado dependiente de los reyes leoneses, después estado soberano,asumió la iniciativa de la Reconquista en la Meseta y acabó sometiéndose políticamente a León. El dinamismo castellano no solo avanzó hacia el Sur musulmán, sino que desplegó su influencia sobre el Oeste y el Este cristianos.
Del Castellano Al Español
El Español también se llama castellano, por ser el nombre de la comunidad lingüística que habló esta modalidad románica en tiempos medievales: Castilla.
Existe alguna polémica en torno a la denominación del idioma; el término español es relativamente reciente uno es admitido por muchos hablantes bilingües del Estado Español, pues entienden que español incluye los términos valenciano, gallego, catalán y vasco, idiomas a su vez de consideración oficial dentro del territorio de sus comunidades autónomas respectivas. Por el contrario, en los países hispanoamericanos se ha conservado esta denominación y no plantean dificultad especial a la hora de entender como sinónimos los términos castellano y español.
Pero volviendo a sus orígenes, la primera noticia que se tiene de la existencia de un dialecto castellano corresponde al siglo X. Era al principio sólo el dialecto que se hablaba en unos valles al nordeste de Burgos, lindantes con la región cantábrica y vasca.
¿Cómo creció desde su humilde cuna hasta llegar a ser una de las grandes lenguas del mundo?
La situación de aquella primera Castilla, tierra de fortalezas, línea defensiva de los reyes de León, expuesta constantemente al peligro enemigo moro, constituida por gentes que no se sentían ligadas a una tradición romano-visigoda, dio a los castellanos un espíritu revolucionario, que se reflejó en su política, costumbres y lenguaje.
El dialecto castellano presentaba una personalidad muy marcada frente a los otros dialectos peninsulares. Se formaba en una zona más débilmente romanizada que los otros, y por eso estaba más vivo en el recuerdo de viejas lenguas.
Mientras en el romance de otras regiones pesaba una fuerte romanización, en el castellano, que nacía en una tierra agreste y malamente comunicada, no se sentí ligada a ninguna regla ni tradición que perjudicara su evolución. Esta es la explicación de sus innovadoras características frente a otros dialectos.
A medida que Castilla aumentaba su poder político y la Reconquista avanzaba, el castellano se enriqueció con numerosos vocablos. Esto debió ocurrir sobre todo con el mozárabe, vía de penetración del ingrediente de originalidad del castellano frente a los idiomas románicos de fuera: el Arabismo.
La presencia en la Península de los musulmanes durante más de ocho siglos había de dejar necesariamente la huella de su lengua. El mayor peso de la influencia árabe debió darse en los primeros siglos de dominación cuando su cultura era increíblemente superior a la pobrísima de los reinos cristianos. Todavía hoy, numerosas palabras del árabe dan a nuestra lengua un matiz exótico y se ha calculado en un 8% el total de arabismos en nuestra lengua.
Por otra parte el uso del castellano tenía una doble acción sobre otras lenguas.
Acción disgregadora: presentaba muchísimas particularidades que producían una desigualdad con los demás romances.
Acción integradora: adaptaba a su caudal léxico vocablos procedentes de otras lenguas a las que se sobreponía.
Esto era consecuencia del desarrollo de Castilla como potencia política. Pero la consecuencia más importante fue la creación de una “forma literaria” del castellano, transformando éste dialecto en una verdadera lengua. A esta época pertenecen las Glosas Silenses y las Emilianeses, del siglo X, que son anotaciones en romance a los textos en latín: contienen palabras y construcciones que no se entendían ya.
Este cambio puede fecharse en el siglo XIII.Hasta entonces sólo existían los cantares de gesta (el Cantar del Mio Cid) difundida en una lengua que buscaba una unidad, ya que esos cantares se difundían por todas las regiones. Este lenguaje de los cantares de gesta fue el primer paso hacia el establecimiento del castellano.
Pero el momento decisivo de la unificación y fijación del castellano llega en el reinado de Alfonso X el Sabio. Las obras literarias y científicas concebidas en su corte era de carácter culto, pero en lugar de ser difundidas en latín, se difundieron en castellano.
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