Decía mi abuelo, que hace muchos años atrás los Pewenche no conocían los piñones como alimento. Contaba que anteriormente las personas sufrían mucho con la pobreza, pasaban grandes hambres, pues desconocían muchos alimentos, como por ejemplo la harina de trigo y la sal. Además los habitantes de esas épocas no conocían la agricultura. Ellos se alimentaban sólo con hierbas naturales.
Sin embargo, había abundantes cantidades de piñones, pero la gente no los comía porque aún no sabían que era un gran alimento. Decía mi abuelo que ellos le tenían miedo, pues pensaban que estaba vivo por su larga cola que tienen.
Un día se termino toda la hierba del campo y comenzó un duro invierno. Todo ese largo invierno los ancianos sufrieron hambre y frío. Al terminar el invierno todos los ancianos se fueron a vivir a la cordillera para poder sobrevivir y lo que más que encontraban eran piñones, pero no podían hacer nada y pasaban todos por encima de ellos.
Hasta que un día una anciana de casi 80 años se decidió a comer un poco de esos piñones desparramados por el suelo. Luego, reunió a sus vecinos porque pensó que podía morir al comerlos, encargo a sus familias, a su anciano esposo de 90 años y a todos sus nietos. Más tarde, coció un poco de piñones y después de bien cocidos los comió. Se comió dos platones de greda y le dio mucho sueño, se fue a dormir mientras la acompañaban en todo momento para ver si seguía respirando. Su anciano viejo, mientras tanto, lloraba y rogaba que si ella moría lo fueran a buscar pronto.
Todo seguía tan normal que otra anciana de 85 años se acercó a ver si la viejita seguía respirando, pero encontró un mal olor que no era más que los gases que producen los piñones. Después de tres horas se despertó la anciana muy bien y le contó a los demás que el piñón era un gran alimento y les dio ánimo para que los cocieran y se los comieran.
Decía mi abuelo que desde ese momento se empezaron a comer los famosos piñones.
Escrito y recopilado por Marcelino Queupil
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