viernes, 27 de abril de 2012

Espacio Público Y Espacio Político. “La Ciudad Como El Lugar Para Las Estrategias De Participación”... Por Julio Alguacil




Espacio Público Y Espacio Político. “La Ciudad Como El Lugar Para Las Estrategias De Participación”
Autor: Julio Alguacil.


Resumen
Cristián Guerra Hennigs
Correcciones
Carolina Lara Mendoza

La ciudad nos ofrece el escenario propicio para la satisfacción de nuestras “Necesidades Humanas”, entre las cuales, la participación obtiene un especial significado dado su carácter sinérgico y transversal.

El capitalismo ha desmembrado la ciudad, fraccionando sus funciones y segregando a los diferentes grupos sociales, perdiéndose el espacio público, y en consecuencia el espacio político. Por eso se hace necesario reconstruir una democracia urbana (Movimiento que reconoce al ser humano como protagonista de la ciudad y el espacio público como escenario abierto a la participación), precisa de una (re)vuelta a la ciudad considerando múltiples dimensiones del cambio que son a su vez condiciones y síntomas práxicos (sentirse libre) para reconstruir el espacio público como espacio político.

La ciudad ha sido el lugar dónde los sujetos han podido encontrarse y asociarse para mejorar sus condiciones de vida de forma común. El origen de la ciudad está ligado a la política y al propio origen de la democracia, es el espacio del diálogo y, por ello a la vez, del conflicto.

La participación es un derecho porque es una necesidad humana.

La participación, en definitiva, es lo que permite acceder al estatus de ciudadanía, según Jordi Borja (Geógrafo-Urbanista. Co-director del Programa de Postgrado "Gestión de la ciudad" en la Universitat Oberta de Catalunya) “Ser ciudadano es sentirse integrado física y simbólicamente en la ciudad como ente material y como sistema relacional, no sólo en lo funcional y en lo económico, no sólo legalmente. Se es ciudadano si los otros te ven y te reconocen como ciudadano”, de tal modo que no hay plena participación, no hay plena democracia urbana, si algún colectivo o grupo de sujetos identificado por atributos comunes adscritos (etnia, religión, origen nacional, edad, género etc.) queda excluido del estatus de ciudadanía.

La participación, en consecuencia, es el nexo que asocia lo público (diversidad de actores) y lo político (estrategia de puesta en común entre los actores), y ello se configura en el territorio, ya que la organización del mismo y la ordenación de las relaciones que soporta son inherentemente políticas.

El espacio público es lugar donde todo ciudadano tiene derecho a circular, a estar y hacer, en contraste con el espacio privado donde el paso, la estancia y la cre-acción están restringidos.

El espacio público es siempre un espacio colectivo donde se encuentran los diferentes, los actores diversos, las partes que comparten el espacio y que al hacerlo lo elevan a la categoría de público y colectivo, es decir, los diferentes toman conciencia de la diferencia porque son susceptibles de encontrarse, interactuar y finalmente interaccionar, por ello el compartir el espacio creativamente significa estar en un lugar, ser parte, sentirse parte, tomar o tener parte y hacer lugar. En consecuencia, el espacio público, es aquel espacio de propiedad pública, y de dominio y uso público. La propiedad pública infiere (deduce) un sentido político, el dominio público un sentido cultural y el uso público un sentido social.

La participación es lo que permite la apropiación del espacio público de manera compartida, el sentimiento de ser mío, nuestro, sin excluir de ese sentimiento a los otros ciudadanos, del sentimiento que el espacio urbano también es tuyo o suyo, es lo que hace del espacio público un espacio colectivo, según Hernández Aja (Profesor de Urbanismo Escuela técnica superior de Arquitectura de Madrid) “el espacio público, desde la condición de ciudadanía, será aquel en el que se expresan las distintas visiones de la ciudad, en el que se construyen los acuerdos y limitaciones entre los distintos grupos sociales e intereses, en permanente construcción pero en el que siempre se garantiza la identidad del distinto como garantía de la identidad propia... en el que nos podemos encontrar con el resto de los ciudadanos, en el que nadie sobra ni debe ser rechazado”.

¿Por quién está regulado el espacio público?

La propiedad pública es colectiva, pero se gestiona y se controla, en el espacio urbano, a través del gobierno local (municipalidad) en el que se reconocen los ciudadanos más cuanto más proximidad y participación se produce en este nivel. Si los políticos locales y las políticas locales son capaces de establecer estrategias de democracia participativa encaminadas a habilitar a los ciudadanos para que participen en la decisión de las políticas públicas urbanas (y en la gestión del espacio urbano) estaremos frente un primer nivel de participación ciudadana.

Si la composición y disposición de los espacios y una regulación participada de los mismos permite un dominio público de naturaleza inclusiva e intercultural podremos hablar de un verdadero domino público que permite la apropiación del espacio por parte de los ciudadanos diferentes entre sí y, finalmente, si el uso del espacio público permite la expresión política y cultural de una ciudadanía que solo podemos ya considerar como plural, podemos considerar al espacio público como el lugar donde se desarrolla una interactividad que permite la implicación e integración de todos los actores en la aplicación de los derechos de ciudadanía. El espacio público es más público y más colectivo si motiva la participación y menos si inhibe de la misma. La ciudadanía democrática, genera sentimiento de pertenencia al hacer de éste un símbolo de la ciudadanía, y acoge según momentos y características del mismo, la manifestación cultural, la manifestación política, la fiesta y el juego, la música y el teatro, el arte y el intercambio de la economía popular (el mercado de las pulgas, el músico o el actor callejero...etc.)

La deconstrucción (1) de la ciudad y del espacio público. (1.-tipo de pensamiento que critica, analiza y revisa fuertemente las palabras y sus conceptos)

Las grandes ciudades son espacios crecientemente problematizados, en ellas se concentra cada vez más la pobreza y la población excluida, y se evidencia la desigualdad social como nunca antes, son el origen de la insostenibilidad ambiental y del cambio climático donde en parte de la ciudadanía se alberga la agorafobia (el miedo-rechazo al espacio público) y la xenofobia (el miedo-rechazo a los diferentes).

La creación de centros comerciales o Mall que pueden ser considerados como un “sucedáneo” del espacio público destinado al consumo como simulación del ocio y de la libertad individual, y son causa y efecto, de la pérdida del espacio público. La gran superficie comercial, como espacio privado, se basa en el derecho de (no) admisión y no todos pueden acceder, el nivel de rentas es ya de por sí un sesgo significativo, pero en todo caso nadie puede sentirse parte de ese espacio, ni participar del mismo, ni disfrutar de la improvisación del encuentro con el conocido. Los sobre estímulos que irradia ese no-lugar oculta el significado del mismo. Si alguien mendiga en ese espacio, o juega con una pelota, o hace mimo, o toca música... será inmediatamente expulsado y multado por el orden público.

También la combinación, en las sociedades capitalistas, de la separación de las funciones urbanas con la separación de las culturas, de las clases sociales y de los fragmentos de clase, está incidiendo en la destrucción del espacio público, despojándole de sus funciones tradicionales de encuentro, entre ellas su función política del compartir, del negociar, del consensuar, del manejo del conflicto que es controlable gracias al contacto cotidiano entre sujetos y colectivos deferentes.

La segregación social, la distancia física, social y económica de las redes, clases, culturas, genera desconfianza y miedo al otro. Emergen las comunidades cerradas (gated communities), los barrios gueto y los barrios bunker (María Naredo Molero abogada, investigadora y consultora en temas de seguridad urbana, violencia de género y prevención de la criminalidad, 1998), los condominios exclusivos que se construyen como “espacios defendibles” y levantan barreras a la democracia destruyendo la función del espacio público y el derecho a circular, a estar en determinados lugares, a encontrarse. Una sociedad que se construye sobre comunidades cerradas, que genera barreras y terrenos de nadie es propensa, en consecuencia, al descuido urbano y a la violencia urbana. El círculo vicioso de la violencia urbana produce la agorafobia, el miedo al espacio público, y éste abandonado se hace más vulnerable, de dominio y de uso menos complejo. La pérdida de variedad en su dominio y en su uso le debilita también como espacio político, ya que la política no puede ser bajo el miedo, no puede ser sin el encuentro, sin el diálogo, sin la comunicación. La agorafobia, va acompañada de la aporafobia (sentir desprecio, odio, hostilidad y repugnancia hacia los pobres) y de la xenofobia, el miedo a la pobreza y a los diferentes hace que el espacio público sea abandonado por determinados segmentos de la estructura social y dejado exclusivamente a otros, construyendo sus propias fortalezas que les protegen de los anarquistas que pugnan por sobrevivir en un medio urbanizado (que no urbano) cada vez más hostil e ingobernable.

(Re) volver a la ciudad, reconstruir el espacio público, reconquistar el espacio político: redescubrir la ciudadanía.

“Vemos también como el juicio moral recupera terreno frente al pensamiento técnico y científico. El movimiento ecologista nos ha enseñado a reconocer nuestros deberes respecto de la naturaleza, lo que no nos ha llevado a fundir la cultura en la naturaleza, sino, al contrario, a hacer penetrar el juicio moral en el dominio de la naturaleza” (Alain Touraine, sociólogo francés, 2005: 177).

En primer lugar, es necesaria una nueva cultura política fundamentada en la habilitación de los ciudadanos para que puedan acceder a la información y el análisis de sus condiciones de vida y obtengan capacidad de decisión en aquellos aspectos que les afectan directamente, en el acceso, en definitiva, a la satisfacción de las necesidades humanas desarrollando satisfactores de carácter sinérgico donde la transversalidad de la participación aparece como procedimiento inalienable (que no se puede enajenar). Se trata de reconocer el estatus pleno de acción política de los ciudadanos considerando el desarrollo de su autonomía crítica. La formación y capacitación en la ciudadanía será un elemento fundamental para ello y la promoción de las organizaciones sociales de base, como escuelas de democracia, junto con los gobiernos locales con recursos suficientes, serán dos aspectos cruciales para que ello sea posible, a lo que habría que añadir la necesidad de un sistema educativo adaptado a tales requerimientos.

Es necesaria, desde esta perspectiva, una nueva cultura política encaminada a la construcción un Estado relacional (Cada momento histórico tiene un entorno social que lo caracteriza, un rol del estado y una forma organizativa característica de la Administración Pública) descentralizado, articulado y participativo que produzca nuevas oportunidades para la ciudadanía promoviendo organizaciones en red y una nueva legitimidad de un Estado democrático reconstituido desde su base, desde las ciudades, desde los Municipios.

La desconcentración político-administrativa, la descentralización política y la desburocratización en lo sociopolítico son representadas en tres ejes de horizontalidad: Un eje económico-administrativo definido por la distribución de los recursos de la economía pública, un eje político definido por la transferencia de competencias, y un eje sociopolítico identificado con la distribución del poder.

Para esto las herramientas y metodologías de trabajo con la ciudadanía serán los Presupuestos Participativos, los Grupos Temáticos, las Encuestas Deliberativas, las Asambleas Ciudadanas, los Fórums Temáticos, la Investigación-acción participativa y los Planes de Desarrollo Comunitarios.

El barrio es fundamental para reconstruir la ciudad, la revalorización y reconocimiento del barrio en la teoría urbanística viene a ser considerada como una escala adecuada para resolver los múltiples, graves y crecientes problemas de las grandes ciudades.

“El barrio es una escala fundamental para el análisis de los problemas económicos sociales, urbanos o ambientales de las ciudades, que pone en contacto las políticas con la realidad social, y facilita la definición de soluciones y la instrumentación en forma interactiva con los agentes sociales locales”

foto:ICAL