Hay diversas interpretaciones que se refieren a la cultura. Nosotros hemos acogido una de ellas. Se trata de entender a la cultura como aquel conjunto de formas, sociales e individuales, en que se manifiestan costumbres, como hábitos de vida aceptadas y que constituyen una identidad cuya expresión pretende ser constante, salvo cuando ella, la cultura, adquiere una forma artística. Son diversos los ingredientes que influyen en la identidad de un asentamiento humano. De partida, el carácter de ese pueblo, su etnia predominante, la educación recibida, su geografía, religiosidad, últimamente, los parámetros económicos en que se desenvuelve, sus afanes de una visión global en su quehacer, son entre otros, aspectos que relevantes que nos permitirán comprender mejor a dicha comunidad.
Los Ángeles, hoy, se va conformando aceleradamente como la suma de todo. Ello hace vislumbrar que pronto será una urbe más definida. Surgen los primeros atisbos de ciudad, adquiriendo estructura como tal, sin marginar aún a la influencia agraria, que ha sido la impronta más permanente de su existencia.
Por ello, quién sabe, la falta de identidad y, por lo tanto, la ausencia de una cultura social y su debilidad en el arte.
En el ámbito rural, al revés, el campesino ha comenzado a constatar centenares de nuevas construcciones habitacionales, gran parte de ellas, franqueando caminos recién pavimentados. Centenares de postes de alumbrados con sistemas de neón amarillo, como en la ciudad, iluminando en las noches a veces solo sauces, aunque si recreando un ambiente que mezcla la presencia urbana con los últimos centelleos idílicos de pollos y gallinas rondando los hogares. Buses con horarios urbanos. Ciertos días de la semana, decenas de bolsas negras, esperando el “camión de la basura”. También “villas” que asemejan incipientes ciudades. Alguna agroindustria, con camiones cargados de productos “con valor agregado”. Trabajadores de madrugada a bordo de “micros”, las mismas que desplazaron los transportes de sangre. Todo ello hace evidente que su identidad campesina ha comenzado una metamorfosis que al parecer no tiene vuelta atrás. Miles de “parabólicas” recogen de los satélites, que han recorrido previamente toda la tierra, para introducir en sus hogares imágenes, voces, sonidos de todo el orbe. Últimamente, quien sabe si lo más trascendente, en vacaciones, jóvenes que deambulan alegres y espontáneos, son los que vuelven de la universidad.
Todo lo anterior, la comuna urbana y rural, se nos presenta como un enorme desafío en la construcción de una política cultural.
De partida, en la realización cultural de hoy para mañana, se debe reafirmar, fortalecer, enriquecer, el primero de los quehacer culturales: La educación. Ella se entiende como la suma de muchos actores. El establecimiento educacional resulta ser, junto con la espiritualidad, presencia de templos y comunidades religiosas, el o los lugares de mayor participación social. Es así que en nuestros establecimientos educacionales, en todos sus niveles, concurren diariamente a sus aulas, alrededor de 75.000 niños y jóvenes, y a los templos, semanalmente, algo así como 36.000 personas. A los primeros, se va por obligación o necesidad y a los segundos, por fe. Ello significa que profesores y líderes religiosos deberán ser, para cualquiera política cultural, personas trascendentes por su influencia en la sociedad. La responsabilidad de ello es de todos.
Mario Ríos Peñafiel
Concejal Los Ángeles
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