Hace muchisisisisimos años, en Beauchef, dos ex
ambientalistas, ex jóvenes, hoy ex funcionarios de la CONAMA, ex...pertos en
legislación ambiental querían ex...plicar los alcances operativos de la ley
19.300. Sin que nadie los forzara ellos mismos terminaron hablando sobre el por
qué el movimiento ambientalista de principios de los 90´s tuvo una muerte tan
súbita como inesperada... A todo lo dicho, en su momento, solo hice un
comentario casi textual: “De lo que siento en sus palabras, parece que no es
que hayan muerto los ambientalistas, se les murieron las pasiones”. El silencio
que siguió, como todo silencio, es el golpe más duro que la conciencia puede
recibir de parte del Sentido Común.
Pareciera ser que los movimientos de grandes
temáticas sociales, que nacen con sendos elementos argumentativos, se sostienen
no solo por las razones que diseñan el camino del “movimiento” en dirección a
sus objetivos, muy propio del método científico que aplica sus variantes donde
sea necesario ordenar y conducir un proceso de Desarrollo Social. Desarrollo
que busca cada movimiento con primarios tan altruistas como los anhelos de
aquellos que los integran, individuos que lo fortalecen con su participación
por una convicción que nos hace decir: “Porque es necesario debemos hacerlo”.
Pareciera que existe una concentración de muchos
esfuerzos dedicados a la educación enfocada hacia toda la sociedad para buscar,
intencionalmente, la creación de empatía por la lucha que se está
desarrollando. Un esfuerzo necesario, ya que educarnos nos da la opción
concreta de mantener una nivelación productiva de toda conversación, discusión
y defensa de los objetivos que se proponga el movimiento.
Pareciera que existe en todos los movimientos una
obsesión necesaria por crear y mantener una organización, una orgánica, una
máquina operativa que permita a sus integrantes ser arte y parte del espíritu
del mismo. Una organización que dé cabida a cada uno de aquellos que ponen a
disposición su voluntad para trabajar, la misma voluntad que se rescata cuando
hay un sentido de trabajo colectivo, voluntad que encuentra un sentido de
pertenencia a un “algo” que merece el tiempo que le dedicamos.
Pero parece que las razones, que la formación y la
orgánica no son suficientes para que los movimientos dejen de ser “elementos
temporales de la historia”, como se distinguen en los análisis sociales de
ellos. Pareciera que existe algo tan propio del ser humano que ningún elemento
racional puede saber distinguir, fortalecer y conducir. Pareciera que la razón
no es la que causa la existencia de los movimientos sociales, pareciera que hay
“algo” que es capaz de actuar por si solo, que nace y se esconde sin necesidad
de merecer explicación.
Humberto Maturana, a quien no leo con frecuencia
debido lo complicado que a veces se pone el viejito, señala textual:
“Frecuentemente decimos que los seres humanos somos seres racionales y que la
razón debe guiar nuestras acciones. Pero no es así. Somos seres emocionales que
usamos la racionalidad para justificar o negar nuestros deseos.” y con éste
cimiento me atrevo a decir dos cosas:
Primero, que está impregnado en nuestra existencia
ese deseo por crecer en cada oportunidad que nuestra historia personal nos
permite, un crecimiento que involucra necesariamente ser diferentes a lo que
fuimos ayer. Aniquilamos nuestro pasado para ofrecernos la oportunidad de
volver cada día a desafiarnos en la construcción de un individuo en “algo”
diferente a lo que fuimos ayer, en un individuo nuevo, en seres que rechazan el
estancamiento. Crecimiento que puede ser explicado por la razón, pero no por
ello le es propio a quien lo explica.
Y segundo, nuestros aportes individuales al
colectivo es lo que nos hace entendernos de una forma tan diversa como
voluntades existen, voluntad que se mueve y conmueve por un “algo” que
difícilmente sabemos (razonamos) distinguir, pero, muy internamente, asumimos
que existe… Nuestras emociones, donde se construye lo peculiar del ser humano.
Emociones que nos despiertan y nos motivan a descubrir ese mundo en el que nos
proponemos existir. Un desafío a sentirse parte de un colectivo que busca
constantemente crecer y desarrollarnos, casi como una adicción a ese cambio que
nos da sentido de pertenencia, que busca la convivencia.
Pareciera ser que los movimientos sociales,
integrados todos por la diversidad de sus individuos convocados, les falta
asumir el primario de su existencia como colectivo, ese primario que cada uno
decida, que necesariamente pasa por conocernos, por disfrutarnos, por
querernos, por desafiarnos cada día, por amarnos… Por amarnos todos. La
emoción, al menos el primario de mi existencia, es la misma que escapa a la
razón o acuerdos colectivos para justificar las cosas, pero muy propia del
individuo. Pareciera ser que en los discursos de los movimientos sociales se
carece de algo muy elemental: disfrutarse por solo hecho de existir, por el
camino que se anda más que por el objetivo que se busca.
No sé ustedes, pero amar mi voluntad por ser parte
de esa construcción colectiva, ser parte de un movimiento social en permanente
crecimiento, es lo que me hace amarme.
Paz para asumir el pasado
Fuerza para vivir el presente y
Alegría para esperar el futuro.
Luis Fraczinet
Oficina de Cultura
Casa Ciudadana Humanista Dr. Pedro Neira Milchio
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