lunes, 29 de abril de 2024

Causas De La Guerra De La Triple Alianza A Través De La Prensa Argentina Y Paraguaya (1862 – 1870)

Estudio realizado por: Johansson, María Lucrecia, & Sujatovich, Luis. (2012). Papeles de guerra: Causas de la Guerra de la Triple Alianza a través de la prensa argentina y paraguaya (1862 - 1870). Universum (Talca), 27(2), 99-111. Articulo Original en este Enlace

 

Entre 1864 y 1870, Paraguay y los tres países aliados (Argentina, Brasil y Uruguay) protagonizaron el mayor conflicto bélico de la historia sudamericana. La Guerra de la Triple Alianza o Guerra del Paraguay, que tuvo una duración de casi seis años (entre diciembre de 1864 y marzo de 1870), constituyó una verdadera línea divisoria en la historia de los países implicados, ya que se trató del conflicto externo de mayor repercusión para los Estados contendientes en lo que respecta a la movilización y pérdida de vidas.

 

Un viejo apotegma sostiene que la primera baja de una guerra es la verdad. Si para las últimas conflagraciones es válida tal afirmación, a pesar del desarrollo de los medios y las redes de comunicación social, también lo es para el siglo XIX, en el cual la tecnología de la información no era tan avanzada. Además, es preciso considerar las diversas manipulaciones que sufre la información acerca de las causas y las consecuencias de una guerra. En base a estos postulados, el presente estudio pretende comparar las representaciones con respecto a las causas y a los responsables del desencadenamiento de la Guerra de la Triple Alianza difundidas por los periódicos paraguayos publicados durante el conflicto con los argumentos que el periódico La Nación Argentina esgrimió en sus columnas editoriales.

 

La característica principal de los conflictos desarrollados en el siglo XIX en la región del Plata fue la interpenetración de los intereses y de las fuerzas políticas que actuaban en cada uno de esos países, generando complejos y mutables sistemas de alianzas más allá de sus fronteras. En 1862 se habían creado dos bloques principales de alianzas: de un lado, el Imperio del Brasil, el gobierno de Bartolomé Mitre y los colorados uruguayos dirigidos por Venancio Flores, y del otro lado, Paraguay, los blancos de Uruguay dirigidos por Bernardo Berro y las provincias de Entre Ríos y Corrientes, unidos por la oposición a la política hegemónica de Buenos Aires y del Imperio del Brasil.

 

Por su parte, Argentina y Brasil buscaban eliminar los obstáculos y las resistencias regionales a sus proyectos centralizadores intentando establecer una hegemonía compartida en la región. En ese marco, la situación política en el Uruguay se convirtió en el punto de convergencia de las contradicciones platinas que desencadenarían la guerra.

 

En abril de 1863, el colorado Flores invadió Uruguay para derrocar al presidente Berro, con el apoyo encubierto de tropas argentinas, dando comienzo a una guerra civil en ese país. Como respuesta, Berro formalizó una alianza defensiva con Francisco Solano López en caso de agresión externa de Argentina o Brasil. Los acontecimientos se precipitaron a partir de la intervención brasileña en Uruguay, en septiembre de 1864, con el objetivo de brindar a Flores el apoyo militar que necesitaba para derrocar al gobierno blanco. La reacción de Solano López no se hizo esperar: invadió el Mato Grosso y declaró la guerra al Imperio en diciembre de 1864. Poco tiempo después, el 18 de marzo de 1865, Solano López declaró la guerra a Argentina, por haberle denegado el permiso de atravesar Corrientes con destino a Uruguay para enfrentarse con el ejército brasilero. Luego de que el ejército paraguayo entrara en Corrientes, Mitre declaró la guerra a Paraguay.

 

La Nación Argentina contra el dictador del Paraguay

 

Resulta revelador que La Nación Argentina dos días después de dar a conocer la muerte del presidente paraguayo Carlos Antonio López (padre de Francisco Solano López), haya titulado a su columna editorial del 28 de septiembre de 1862: "La guerra al Paraguay". Uno de los párrafos más salientes del mencionado editorial sostiene que:

 

“Cuando una parte de la prensa, queriendo volver por su honor comprometido, rescata con maldiciones a los tiranos muertos las alabanzas que prodigó a los tiranos vivos, la Nación Argentina, que no ha defendido jamás el Gobierno del Presidente López, porque no puede ser amiga de la libertad en Buenos Aires y amiga del despotismo en el Paraguay (…) El Paraguay, representando el despotismo en la América, no puede contar con la simpatía de nadie.”

 

Esta cita deja de manifiesto que aún antes del desencadenamiento de la guerra La Nación Argentina utilizó un estilo combativo en sus editoriales. El nuevo presidente del Paraguay debía optar por el camino de la libertad, que en la Argentina aún suscitaba disputas, aunque cada vez con menos poder de fuego para resistir las medidas centralizadoras y liberales del gobierno nacional. No había otra opción pacífica para el país vecino.

 

La República Argentina una vez asegurada su paz interior y después de aplicar todos los recursos de una política noble y reparadora a cerrar nuestras antiguas heridas y restañar la sangre que vertía el corazón de la patria, ha entrado de lleno en una fiebre de progreso. El Paraguay, entre tanto, vecino despotizado y bárbaro, con el cual median gravísimas cuestiones de límites, y principalmente la cuestión motriz de antagonismos entre la luz y las tinieblas, entre la prosperidad y el retroceso, entre el hombre adelantado y el que ama sistemáticamente la satisfecha imprevisión de la vida salvaje, además del recelo hábilmente suscitado por los déspotas entre sus víctimas, hacia el pueblo más generoso de la tierra.

 

Ese estilo combativo tuvo como componente principal la conformación negativa del "otro", lo que implicaba como contrapartida la conformación positiva de un "nosotros". Para la labor ideológica en tiempos violentos nada mejor que construir dentro de una enunciación un enunciador malvado, déspota y criminal. Con este fin, el estilo combativo se combinó con el apologético, dedicando las columnas editoriales a alabar la "noble política" nacional en oposición al despotismo del país vecino. Además, para hacer más efectiva la estrategia discursiva, se recalcaba que el pueblo al que pertenecía tanto el locutor como el alocutario, era el "más generoso de la tierra". La construcción de este juego de opuestos para organizar el escenario de la guerra buscaba lograr una mejor recepción del contenido del periódico por parte del público.

 

El 20 de abril de 1865, la columna editorial de La Nación Argentina cedió su voz al gobierno para publicar "Importantísimos Decretos". La incorporación de documentos oficiales era una forma de legitimar las enunciaciones periodísticas con reiteradas, extensas y unívocas citas de autoridad. Podemos inferir que de esa manera se trataba de influenciar a los lectores acerca de la seriedad de las fuentes de información del periódico. Sobresalir en el espacio público con una versión fehaciente e ideológicamente liberal era una actividad propia de la práctica periodística porteña, que se reflejaba no solo en las columnas editoriales de las diferentes publicaciones que circulaban en ese espacio sino también en los numerosos debates que entablaron los periódicos entre sí.

 

"La guerra y la Nacionalidad Argentina", editorial combativo y apologético, publicado el 21 de abril, retoma la conformación negativa del "otro" y agrega un elemento que nos permite sospechar las discusiones acerca de la guerra en el espacio público y su relación con los receptores:

 

"El suelo de la patria acaba de ser violado salvaje y alevosamente. La bandera Argentina, aquel pabellón glorioso que trepó los Andes sirviendo de lábaro a las falanges de Mayo, acaba de ser arreado por la mano salvaje que tiraniza al pueblo paraguayo. La contienda en que vamos a empeñarnos, no es una contienda de partidos, ni en ella vamos a jugar el triunfo de ésta o aquélla personalidad política. En ella vamos a levantar el nombre argentino a la altura de sus antecedentes gloriosos, y a lavar una ofensa que la mano del déspota salvaje acaba de arrojar  sobre nuestro pabellón nacional. Y el que ante una situación semejante, no sienta sublevarse su corazón, es porque, o es un cobarde, o ha perdido el último rasgo de su dignidad".

 

Manifestar que no se trataba de una batalla política sino nacional implicaba dos aspectos que guardaban una estrecha relación entre sí. Por un lado, la homologación entre gobierno y pueblo buscaba lograr una mayor cooptación y adhesión ideológica a las medidas implementadas por el gobierno de Mitre. Mientras que, por otro lado, el periódico daba cuenta de una voluntad de presentarse como un actor político con relativa independencia y en tensión con los otros diarios, y no como un órgano de difusión del gobierno nacional; pues ello le hubiera quitado poder de influencia frente a la opinión pública.

 

El espacio editorial correspondiente al 22 de abril fue cedido para dar a conocer "Importantísimas noticias de Entre Ríos":

 

“Al saber el General Urquiza las noticias de Corrientes, se ha llenado de indignación y de entusiasmo, diciendo que está pronto a hacer la última campaña y la que considera más gloriosa de su vida. Inmediatamente ha citado a todos los Entrerrianos en estado de llevar armas, para que concurran con sus equipos y caballos de tiro a Calá, que es el punto de reunión.”

 

El discurso utilizado buscaba producir un efecto de cooptación ideológica en un momento decisivo. Tengamos en cuenta que los enfrentamientos entre Buenos Aires y la Confederación Argentina habían sido conducidos respectivamente por Mitre y por Justo José de Urquiza en Cepeda (1859) y Pavón (1861). Las nuevas circunstancias planteaban la necesidad de una conciliación entre ambos líderes, ya que la defensa nacional estaba por encima de las viejas diferencias. Por lo tanto, Urquiza empuñaba las armas y usaba a sus soldados en las filas nacionales, limpiando su pasado federal. Mientras tanto, López era representado como el último bastión del salvajismo, al que la civilización criolla debía eliminar, de igual forma que lo había hecho con Juan Manuel de Rosas, con Chacho Peñaloza, etc. El 23 de abril, el editorial se llamó: "La política nacional y la ‘Nación Argentina":

 

“La Nación Argentina, si no ha sido depositaria de la política del Gobierno Argentino, ha sido al menos su sostenedora, en todos los terrenos donde pudo llevar su palabra. Si el General Mitre ha podido decir «recogemos los frutos de una gran política», nosotros podemos decir a nuestro turno: «Recogimos, de esa verdad tan sencillamente expresada y aceptada hoy por todos, la consagración de la política sostenida por la Nación Argentina». No hemos seguido ciegamente a un hombre. No hemos aplaudido a un gobernante. Hemos defendido a un Gobierno, hemos defendido una idea, un sistema, una serie de actos de los cuales en un momento de prueba, en un momento supremo, el país ha repetido con verdadera convicción: recogemos los frutos de una gran política. Nuestra conciencia está satisfecha. El pueblo sabe hoy a qué atribuir los resultados que tocamos y se pinta en su imaginación los desastres que nos amenazarían si hubiéramos seguido rumbos extraviados.”

 

Ese editorial apologético es por demás elocuente. Mitre es citado como principio de autoridad, pero no es mencionado como presidente sino como general. Podemos pensar que se trata de una estrategia discursiva, ya que en tiempos de guerra seguir a un general puede resultar más útil que a un presidente. El periódico y el gobierno "recogen los frutos de una gran política", sin embargo, no hay una relación verticalista entre ellos. La Nación Argentina adhiere, comparte y defiende las mismas ideas, pero no por ello es un mero vocero de Mitre en la arena periodística. Estas referencias permiten pensar que La Nación Argentina quiso presentarse ante sus lectores como un actor político independiente y no como un panfleto oficialista. El 25 de abril, las columnas editoriales fueron usadas para dar a conocer "Importantísimas noticias de Corrientes".

 

“Los 7.500 paraguayos que han invadido a Corrientes van a encontrarse con los soldados que esa provincia reúna, sobre los 6000 que ya cuenta; a qué debemos reunir los diez mil Entrerrianos en marcha muy en breve sobre Corrientes. López, está loco furioso.”

 

En esta oportunidad el editorial de estilo predictivo sirvió también como columna de información. Pero no por ese motivo se privó el diario de hacer uso de la conformación negativa del "otro" con una exagerada adjetivación. El enunciado presentaba un relato de los acontecimientos tan favorable para los aliados, y en particular para los correntinos y entrerrianos, que no dejaba ni el más mínimo espacio para la crítica o para una reflexión diferente. Los comentarios agregados a la información constituyen una editorialización dentro de la propia editorial. Seguros que tanto sus lectores como las personas a las que hace referencia no dudarán de sus valoraciones ni de sus ácidas diatribas, pues suponen que en la sociedad porteña la idea dominante acerca del conflicto era afín a sus pensamientos políticos.

 

En definitiva, La Nación Argentina utilizó diversas estrategias comunicacionales en sus enunciados editoriales para referirse de manera negativa a Solano López y sindicar como peligrosas a cada una de las ideas que según el diario él representaba. Las columnas institucionales oscilaron entre el tono combativo y el apologético, pues sus intereses estaban orientados hacia el convencimiento de la importancia de la guerra para todo el país y la obtención de adhesiones de todos los sectores sociales y políticos. Incluso de quienes en el pasado reciente habían sido enemigos en las ideas y en las armas, como Urquiza. Los intereses de la patria estaban por encima de las rencillas caseras que, gracias al gobierno de Mitre, el diario daba por superadas. Las columnas editoriales de La Nación Argentina previas a la guerra de la Triple Alianza marcaron una tendencia muy favorable hacia las fuerzas conjuntas en contra del ejército paraguayo ofreciendo, a su vez, una construcción maniqueísta de los protagonistas. Si Mitre era el "progreso", la "paz" y el "bien", Solano López era el "atraso", el "vandalismo" y el " ". De esta manera, una nueva versión de civilización y barbarie se construía en la prensa del Río de la Plata.

 

La prensa paraguaya frente a la guerra más injusta y bárbara

 

A diferencia del caso argentino, en Paraguay existió un absoluto control estatal sobre la actividad periodística, que se remonta a la época de la instalación de la imprenta en 1844 y a la aparición de la primera publicación periódica del país, El Paraguayo Independiente, en 1845. Si bien ese tradicional control gubernamental sobre la prensa permaneció inalterado durante la guerra, ésta última generó una situación de crisis de tal magnitud que planteó la necesidad de realizar una serie de cambios cuantitativos y cualitativos en la actividad periodística con el fin de lograr una mayor difusión del mensaje propagandístico. En ese contexto el gobierno puso en marcha la creación de nuevos periódicos, a los que calificamos como periódicos de trinchera. Las necesidades de movilizar a la población y de garantizar la defensa de la identidad llevaron a que, entre abril de 1867 y febrero de 1869, se publicaran cuatro periódicos: El Centinela (1867-1868),Cabichuí (1867-1868), Cacique Lambaré (1867-1868) y Estrella (1869). A lo largo del conflicto llegaron a publicarse un total de cinco periódicos, incluyendo a El Semanario de Avisos y Conocimientos Útiles (1853-1869) que venía editándose con anterioridad al comienzo del enfrentamiento.

 

Los periódicos que se publicaron en Paraguay durante el transcurso del conflicto fueron órganos de propaganda del gobierno, razón por la cual predominó en sus artículos el estilo apologético y el estilo combativo. Una de las estrategias de la propaganda periodística paraguaya fue la utilización de diferentes tipos de textos para explicar las causas de la guerra. De esta manera, se publicaron correspondencias, poesías, diálogos, adivinanzas, etc., que exponían las razones que dieron origen al conflicto. Así, por ejemplo, El Centinela dio su versión sobre las causas de la guerra a través de un artículo, redactado en forma de diálogo, en el que se relatan los supuestos acuerdos entre Pedro II y Venancio Flores. En ese artículo, de estilo combativo, se pretendía denunciar la forma en la que el Emperador había manipulado al líder del partido colorado para que participara en la guerra:

 

“El Brasil declaró la guerra a la República Oriental, con el fin de conquistarla y anexarla al imperio. El General Flores se encontró a la cabeza de una revolución, que pretendía derrocar al Gobierno legal de su patria. (…) El emperador Don Pedro II dijo á Flores: "Quédese Vd. en posesión del mando de Montevideo, pero en cambio me dará su ejército y sus servicios personales para combatir al Paraguay". Aceptada de plano la oferta, marcha Flores a la guerra.”

 

En El Centinela, por el contrario, la única responsabilidad atribuida a Solano López, con respecto al desencadenamiento de la lucha armada, fue haber protestado en favor del respeto a la soberanía de la vecina República Oriental del Uruguay. De acuerdo con ese periódico, allí se encontraba:

 

(…) la llave de la gran hecatombe, de la guerra más inócua, de la conquista más bárbara con que el Imperio ha ensangrentado la bandera americana, y ha insultado la causa de la democracia, trayendo sus cañones para destruir la gran República del Paraguay que, noble y generosa, levantó la voz de la justicia para proteger al pueblo Oriental, amenazado de muerte, y protestar de los actos atentatorios a la soberanía y equilibrio de los Estados del Plata.

 

En ese artículo, de estilo apologético y combativo, el pueblo paraguayo fue caracterizado como el héroe que ofrecía su sangre por el mantenimiento del equilibrio en el Plata. El ataque contra Uruguay era una clara manifestación de la voluntad del Imperio del Brasil de tener injerencia en la política interna de los Estados vecinos, es decir, una violación de su soberanía y una muestra clara de sus intenciones de absorber a todos los gobiernos de la región. La idea de la necesidad de mantener un equilibrio regional fue defendida en la prensa a través de citas de autoridad, por ejemplo, se transcribieron fragmentos del libro Derecho de gentes. De las causas justas de la guerra (1758), del suizo Emerich de Vattel:

 

“Cuando un Estado vecino fuese injustamente atacado por un enemigo poderoso que oprimirle amenaze, es indudable que, si pudiereis defenderle, lo debeis hacer. No digáis que no es permitido á un Soberano el exponer la vida de sus soldados por salvar a un potencia extranjera con quien no haya hecho alianza defensiva alguna; pues puede hallarse el mismo en caso de necesitar auxilio, y por consiguiente, poner en vigor ese espíritu de asistencia mútua, es trabajar en la conservación de la nación misma.”

 

De acuerdo con El Centinela era eso justamente lo que había hecho el Mariscal cuando brindó su apoyo a Uruguay, convirtiéndose en un ejemplo de solidaridad para toda América y el mundo. Con este tipo de argumentos la prensa paraguaya pretendía defender a López de las acusaciones difundidas por los periódicos de los países aliados sobre su exclusiva responsabilidad en el estallido de la guerra.

 

Por el contrario, los periódicos de trinchera realizaron una clara diferenciación de las responsabilidades de cada una de las autoridades de los países aliados con respecto al origen y continuidad de la guerra, atribuyéndole al Emperador del Brasil la mayor parte de la culpa, señalándolo como el creador intelectual de la alianza. Para Cabichuí, Pedro II había declarado la guerra "más injusta y bárbara que jamás se ha hecho"; por ello, él era señalado como el responsable "de las calamidades que están sufriendo los pueblos del Plata". En el periódico Lambaré, Pedro II fue calificado de "cruel", "zonzo", "inhumano", y fue nombrado "el mayor ladrón de todo el Brasil". Además, afirmaba que "no conoce a Dios" y que su único objetivo era quitar del Paraguay "al valiente Mariscal López".

 

Mientras Pedro II era presentado como el "titiritero", los otros jefes aliados fueron mostrados como sus títeres. Según la prensa paraguaya, el "imbécil" Flores y el "apóstata" Mitre habían traicionado a sus pueblos en pos de una guerra fratricida, bajo las órdenes, engaños y manipulaciones del Emperador. En un artículo en el que se transcribe un supuesto diálogo entre Pedro II y sus jefes militares, se colocó en boca del primero la siguiente afirmación:

 

“Vencer al Paraguay y dominarlo para siempre. En ello tengo yo mi más ardiente empeño…. Sólo así quedará garantizado mi actual pleno dominio de los orientales y argentinos.”

 

Para los periódicos de trinchera el deseo que tenía Brasil de absorber al Paraguay era una herencia colonial. Cabichuí afirmaba que el Paraguay había sido siempre el objetivo constante de la apasionada ambición de ese Imperio. A su vez, aseguraba, con un estilo predictivo, que una vez lograda esa primera conquista, el Emperador se lanzaría a apropiarse de las demás Repúblicas vecinas:

 

“(…) la desaparición de una República por el poder absorvente de la corona de Braganza, no sería sino el primer paso que su fuerza y diplomacia preparara para dirigir su alevoso ataque contra sus propios aliados, primero, y el resto de América después.”

 

Más allá de las críticas a la persona del Emperador, la prensa paraguaya subrayó constantemente el carácter de anomalía del Imperio del Brasil dentro del conjunto de repúblicas de América del Sur. Por ello, los periódicos paraguayos tuvieron un particular interés en exponer el significado de la guerra dentro del contexto americano; argumento que, por otra parte, resaltaba el valor de su lucha. De esta manera, según la prensa, lo que en realidad estaba en pugna eran dos sistemas políticos diferentes, era la democracia contra la monarquía, la libertad contra la esclavitud, la soberanía del pueblo contra la dependencia, etc.

 

En el juego de contrastes creado por la prensa, Paraguay fue presentado como una nación "joven", "civilizada", "cristiana", "moderna" y "autosuficiente". Incluso se aseguraba que el país podía derrotar completamente solo a los aliados, a pesar de su superioridad numérica, debido a la "santidad" y "justicia" de la causa que defendía. La grandeza de la nación paraguaya tenía su origen en el vínculo indestructible que ligaba al pueblo con su presidente:

 

“En la América democrática no conocemos un pueblo más unido a su Gobierno que el Paraguay (…) cuyo incontrastable poder y grandeza nace de esa unión (…) Esta es la verdadera unión y la alianza más legítima que dignifica al pueblo soberano.”

 

Los periódicos de trinchera fueron haciendo al Mariscal el "guía natural" del país, responsable exclusivo de todas las cualidades atribuidas a Paraguay . De esta forma, se fue construyendo un mito alrededor de su persona, quien incluso llegó a ser considerado como una divinidad. Asimismo, la afirmación de que López contaba con el respaldo de la totalidad del pueblo paraguayo era, por un lado, una respuesta a las acusaciones de despotismo vertidas por la prensa enemiga, y por otro, era uno de los principales argumentos utilizados para descalificar al Tratado de la Triple Alianza.

 

El punto nodal de las críticas a las cláusulas del tratado se dirigía al artículo siete, donde se anunciaba que la guerra no era emprendida contra el pueblo paraguayo sino contra su gobierno. Ante esa norma, El Centinela sostenía que:

 

“(…) el pueblo paraguayo responde: nuestro destino y ventura están indisolublemente unidos á nuestro magnánimo Presidente.”

 

A continuación, se declaraba que:

 

“(…) nuestra sangre ilustre defenderá con gloria la Patria, la libertad y el Gobierno que nos hemos dado en virtud de la Soberanía é independencia que disfrutamos.”

 

El Tratado de la Triple Alianza era calificado de "clandestino" porque pretendía acabar con la "independencia e integridad de la República paraguaya". La intención de obligar a Solano López a renunciar a la presidencia de su país era considerada una "aberración deplorable", porque significaba la abierta negación de la soberanía del pueblo paraguayo.

 

En definitiva, al igual que La Nación Argentina, la prensa paraguaya utilizó diversas estrategias comunicacionales para referirse de manera negativa a sus enemigos, al mismo tiempo que construía una representación positiva de su país. Para los periódicos de trinchera, a diferencia de lo difundido por La Nación Argentina, el rol de Paraguay en la Guerra de la Triple Alianza era luchar en favor del republicanismo, por lo tanto, su acción bélica iba más allá de la protección nacional ante la invasión aliada. La causa de Paraguay consistía en defender los valores universales, es decir, la "libertad", el "derecho", la "soberanía", etc. Por ello, su causa se extendía a toda América, porque Brasil a través del ataque militar al Paraguay estaba en realidad invadiendo la independencia de todas las repúblicas americanas. De esta manera, una vez logrado el triunfo sobre el Imperio, "el Paraguay dirá á la América: He salvado la Democracia". Inclusive, el éxito del Paraguay, aseguraba El Centinela, será también un triunfo para el mismo Brasil porque sus súbditos se convertirán en ciudadanos de pleno derecho: "Los negros tendrán que agradecernos, por que al fin los haremos vivir sin argollas, sin cadenas y sin opresión".

 

Consideraciones finales

 

Ante la Guerra del Paraguay o Guerra de la Triple Alianza la prensa publicada en los países contendientes se volcó de lleno a explicar a sus lectores el porqué de la lucha. En base al análisis comparado del corpus de periódicos seleccionados de Argentina y Paraguay podemos observar que la prensa de ambos países utilizó recursos similares con el fin de divulgar las posturas sostenidas por los gobiernos en pugna. Tanto en los artículos de La Nación Argentina como en la prensa paraguaya predominaron, por un lado, el estilo combativo, caracterizado por brindar una explicación unilateral y doctrinaria basada en una exposición de acontecimientos cuidadosamente seleccionados, y por otro, el estilo apologético o propagandístico, caracterizado por la defensa de las posiciones y acciones del gobierno de turno.

 

La prensa de los dos países utilizó ambos estilos para construir un discurso maniqueísta que demonizaba al enemigo, señalándolo como la causa de todos los males. Las acusaciones cruzadas de salvajismo y barbarie atravesaron las páginas de los periódicos, junto con auto representaciones de civilidad y progreso, lo que pone de manifiesto que la prensa se encargó de construir fuertes estereotipos de los países enfrentados, sobre la base de una relectura de los discursos en circulación en el Río de la Plata anteriores al comienzo del conflicto. De esta manera, según la prensa argentina y paraguaya, lo que en realidad estaba en pugna eran dos sistemas políticos diferentes: la tiranía contra la libertad. El problema se encontraba en quien encarnaba a esos sistemas, y ahí justamente se encuentra la clave a través de la cual giró el combate desplegado por la prensa de esos países combatientes.

 

En este sentido, las acusaciones con respecto al desencadenamiento del conflicto fueron una cuestión central. La Nación Argentina atribuyó toda la responsabilidad de la guerra al Presidente de Paraguay, Francisco Solano López. Como respuesta, la prensa de ese país, se empeñó en argumentar que el enfrentamiento no era responsabilidad de López sino que, por el contrario, era debida a la ambición del Emperador del Brasil. Las acusaciones contra Brasil iban más allá de las críticas a la persona de Pedro II, ya que la prensa paraguaya denunciaba las pretensiones expansionistas del Imperio, haciendo una extrapolación del conflicto a un contexto mucho más amplio que el de la invasión al territorio nacional. Esos argumentos sirvieron a la prensa paraguaya para construir un discurso dicotómico en el cual Paraguay representaba los valores republicanos de América del Sur.

 

Con respecto al Brasil, La Nación Argentina guardó un llamativo silencio en sus editoriales, debido a que los valores liberales y republicanos que el gobierno de Mitre y el mismo diario decían defender, los cuales eran usados para justificar la "cruzada civilizadora" contra el Paraguay, estaban ausentes en el Imperio del Brasil. Mencionar al Brasil podía entonces debilitar los argumentos difundidos, al mismo tiempo este silencio, otorgaba preponderancia al rol de la Argentina y de Mitre en la contienda. En La Nación Argentina predominó una lectura de la guerra en la que se destacaba su significado para la organización nacional con Buenos Aires a la cabeza. A diferencia del caso de la prensa de Paraguay, no hubo un interés en exponer las causas de la guerra, sino en asimilar a Solano López con el despotismo y el salvajismo, los bárbaros enemigos de la unidad, del progreso y de la civilización, encarnados en el proyecto mitrista.

 

Los periódicos analizados en ambos países se esforzaron por presentar a la guerra como una cuestión de Estado, homologando al pueblo y al gobierno para involucrar a toda la población, y por supuesto, también a la prensa. Sin embargo, La Nación Argentina tuvo un interés fundamental en presentarse a sí misma como un actor político independiente y no como un órgano de difusión del gobierno central, lo que se vincula con las necesidades propias de la práctica periodística porteña de la segunda mitad del siglo XIX. En cambio, sin la competencia de otros medios que le disputaran su lugar o le presentarán debates, la prensa oficial de Paraguay reconoció su existencia a los incentivos del "genio" de Solano López, motivo por el cual no desaprovechaba circunstancia para cantarle alabanzas, construyendo un mito alrededor de su persona. Sin embargo, La Nación Argentina, a pesar de los intentos de distanciamiento, presentó a Mitre como el símbolo de la unidad nacional y de la paz interior, como un presidente que fue obligado a marchar a la guerra debido a una invasión exterior. En defensa de la soberanía nacional toda la nación se había hermanado y alzado en armas, como lo evidenciaba el apoyo de Urquiza a la "política noble" del gobierno nacional. De esta manera, para La Nación Argentina la guerra con el país vecino había logrado alcanzar esa unidad ambicionada por Mitre y su partido.