Ocurrió en estas tierras pero es apenas recordado. En medio de los difíciles y violentos tiempos de mediados del siglo XIX, una historia asombrosa transcurrió, teniendo como escenarios los bosques y llanuras de la provincia de Biobío y el refinado ambiente del Santiago de la época.
Eran tiempos complicados en esta zona. Hacia 1850, la Araucanía era tierra en manos de los mapuches que vivían en un virtual estado propio, cuyo límite norte era el río Bio Bío. Todavía ni siquiera existían ciudades como Mulchén mientras que Los Ángeles y Nacimiento, más que poblados, eran importantes plazas militares destinadas a tratar de controlar las incursiones indígenas e incrementar la presencia chilena más al sur del Bio Bío (la capital provincial recién fue considerada ciudad en 1852).
En este escenario, el cronista Pedro Pablo Figueroa, autor de varios diccionarios biográficos nacionales y ardiente defensor del balmacedismo, dejó el testimonio de digno de ser recordado en un viejo Zig-Zag, de 1907, esos de grandes formatos y expresivas ilustraciones.
Su historia fue rescatada por el destacado profesor Juan de Luigi Lemus, quien fuera director de bibliotecas de la Universidad de Concepción hasta 1998 e integrante de la Academia Chilena de la Historia del Instituto de Chile.
Al igual que la historia del legendario toqui Lautaro, es el relato de un mapuche que, aunque educado en las armas en la aristocracia capitalina de mediados del siglo XIX, prefirió dejar todo de lado para volver a su tierra y pelear por su gente. Esta es su historia.
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