Dos personas, Cristina Calderón, la última hablante yagán, residente en Villa Ukika, Isla Navarino, y la cantora campesina, Maria Angelina Parra, de Concepción; y dos colectivos, la Comunidad kawésqar de Puerto Edén, en los canales occidentales de Patagonia, y el Baile Chino Pescador n°10 de Coquimbo, fueron seleccionados entre más de 70 postulantes, presentados a lo largo de todo el país, para ser reconocidos como Tesoros Humanos Vivos por el Consejo Nacional de la Cultura y las Artes, en el marco de la Convención para la Salvaguardia del Patrimonio Inmaterial, adoptada por UNESCO en 2003 y ratificada por 104 estados, entre ellos Chile.
La distinción conlleva una transferencia de dinero que es otorgada por una única vez, consistente en $3.000.000 (tres millones de pesos), en el caso de individuos, y $7.000.000 (siete millones de pesos), en el caso de colectivos o comunidades, como contribución al fomento y proyección de dichas expresiones.
El objetivo de este Reconocimiento es poner en valor en la comunidad nacional la riqueza y diversidad identitaria, visibilizando y reconociendo públicamente a personas y/o comunidades locales específicas, portadoras relevantes de aquellas manifestaciones no tangibles de nuestro patrimonio cultural, así como fomentar las acciones de rescate y preservación de expresiones en riesgo de desaparecer.
La elección estuvo a cargo de un Comité de Expertos compuesto por Alfredo Prieto, arqueólogo, Director del Centro de Estudios del Hombre Austral, perteneciente al Instituto de la Patagonia de la Universidad de Magallanes; Francisco Gedda, documentalista, realizador del programa “Al Sur del Mundo”; Micaela Navarrete, Directora del Archivo de Tradiciones Populares y Literatura Oral de la Biblioteca Nacional; Celina Rodríguez, Directora del Programa Artesanía de la Escuela de Diseño de la Universidad Católica; Carlos Aldunate, Director del Museo Chileno de Arte Precolombino y Eliana Huitraqueo, Jefa del Departamento de Cultura y Educación de CONADI. En representación de la Ministra de Cultura, Paulina Urrutia, participó el Presidente del Consejo Consultivo Nacional del Consejo Nacional de la Cultura y las Artes, Hans Schuster.
Los especialistas realizaron la selección de acuerdo a criterios vinculados con la trayectoria, la excelencia en la aplicación de las tradiciones y saberes, el valor simbólico y patrimonial de la manifestación que representan y el grado de urgencia de su rescate y preservación; el reconocimiento y enraizamiento comunitario del postulado, además de la consistencia de la postulación y otras consideraciones relacionadas con la representación territorial, así como de las distintas etnias y ámbitos de la cultura tradicional. Asimismo, el Comité manifestó que el acento para la definición de los galardonados, estuvo en el “ser” más que en el “hacer” reconociendo a personas y comunidades que encarnan, en sí mismas, una cultura, una tradición, una determinada manifestación.
La preocupación por el rescate de las lenguas en peligro de extinción, siendo éstas portadoras de una particular tradición y cosmovisión, justificó la designación de dos exponentes de los pueblos originarios de la Patagonia austral, como son la pequeña comunidad kawésqar y Cristina Calderón, últimos hablantes de kawésqar y yagán, respectivamente. El rescate y transmisión de estas lenguas será abordado por medio de acciones diseñadas en conjunto con la comunidad y ejecutadas con fondos adicionales que el Programa contempla para tal efecto en el caso de personas y/o comunidades reconocidos como THV, cuyas expresiones culturales se encuentren en riesgo de desaparecer.
El énfasis en el rescate de manifestaciones en riesgo se explicitó también en la elección de los otros reconocidos, destacando, en el caso de la cantora campesina de Concepción, Angelina Parra, la relevante función que cumple esta expresión en la transmisión de la tradición oral de zonas rurales cuyo modo de vida se ha desarticulado aceleradamente y, en el caso del Baile Chino Pescador Nº10 de Coquimbo, su valor como exponente de la más antigua y genuina tradición de los bailes chinos que participan en la festividad de Andacollo, utilizando instrumentos de origen precolombino, la cual está siendo desplazada en la celebración por el alto volumen de los instrumentos y el despliegue escénico de las actuales bandas.
En su primera versión, la convocatoria del Programa destacó por la gran variedad de expresiones contenidas en las postulaciones -desde la artesanía hasta los oficios populares tradicionales, pasando por la música, las manifestaciones festivas y ceremoniales, las tecnologías tradicionales, la medicina tradicional indígena y campesina, las lenguas originarias, entre otras- con la participación de todos los sectores de la sociedad chilena, a lo largo de nuestro territorio, abarcando la diversidad del espectro indígena, el mundo tradicional campesino, el sincretismo mestizo y las manifestaciones de la tradición popular urbana.
La iniciativa fue calificada por los expertos como un hito histórico, valorándose aspectos como el sentido de urgencia en la acción estatal, para abordar el reconocimiento y registro de manifestaciones gravemente amenazadas; la participación de las comunidades a lo largo del país en el ejercicio de autorreconocer y poner en valor su propio patrimonio y el diálogo, ad portas del Bicentenario de la República, entre especialistas, agentes cultores y otros profesionales vinculados al ámbito patrimonial en torno a los tesoros del patrimonio inmaterial cultivados en nuestro territorio desde antes de la Conquista y que conforman nuestra matriz identitaria.
El Programa también contempla el registro etnográfico, audiovisual y fotográfico de las expresiones de individuos y comunidades distinguidas, con fines de difusión del Programa y para su incorporación en el Sistema de Gestión del Patrimonio Inmaterial (SIGPA) del Consejo Nacional de la Cultura y las Artes. Este registro concluirá en una publicación orientada a la difusión del valor de las comunidades y personas reconocidas por el Programa.
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