Patricio Manns abre las puertas de su departamento como si fuese un libro abierto o una canción para el mundo - porque no tiene nada que esconder- y nos deja recorrer todas sus habitaciones, mientras nos va contando múltiples anécdotas. Luego, se detiene frente a una puerta y nos hace entrar a una pequeña sala atiborrada de libros, cientos de fotografías, un computador, teclado y grabadora. Es su santuario y un papel pegado en la puerta dice el “ego de Manns”, porque ahí es donde lidia con todos los Manns que viven en él: el compositor, el escritor, el padre, el esposo, el amigo, el hombre. Todo, lo que ha creado desde que regresó a Chile luego del largo exilio ha salido desde esas cuatro paredes que miran al mar de Horcón, en la región de Valparaíso, al infinito mar que no es tan infinito como lo que sale de sus palabras, su poesía y su obra.
Sentados bajo una tenue luz en un frío día de invierno, hablamos con todos esos Manns, a propósito del montaje que la Corporación Cultural de la Universidad de Concepción, su Orquesta Sinfónica y Coro, preparan para el 20 y 21 de noviembre, como parte del programa de Rescate de Música Chilena de la Corcudec, llamado “Patricio Manns Sinfónico”.
- ¿Cuáles son los conceptos musicales que heredaste de tus padres?
Heredé una forma de ser. En mi casa había dos pianos. Mi padre era pianista de jazz, no veía una nota, pero improvisaba. Mi madre, al contrario, era de partituras, era concertista. Ambos tocaban de espaldas, mi madre a Haydn, mi padre la seguía en jazz y yo me sentaba al medio. En mi casa no había luz eléctrica, pero la música estaba ahí. Él además tocaba guitarra y a compositores argentinos. La música formó parte de mi educación de esa forma, con cosas muy precisas y eso nos marcó a todos. Hubo un momento en que no pude soltar más la música, porque la tengo adentro.
- A pesar del éxito de la canción Bandido (1956), con la cual ganaste tu primer premio, tú no te atrevías a cantar tus canciones ¿por qué?
En privado cantaba, pero no lo había profesionalizado. Yo era Periodista, luego derivé a la escritura, hice una novela y la publiqué. Lo mío era eso, en mi casa había una biblioteca enorme. Mi educación fue “libresca”, más que estar en estudios y universidades. Lo que yo sé lo hice por mi mismo, yo escogí mi educación, además mi madre me propuso eso. “¿Qué quieres ser?” me dijo: “escritor”, le respondí: “muy bien”, dijo ella. “Aquí tiene libros, lea lo que quiera y haga lo que quiera”. Entonces empecé a leer todo, leía dos libros por día y hasta hoy hago eso, porque es una obsesión la literatura.
- ¿Por qué no te consideras parte del Neofolclore, a pesar de que tus letras rompieron con la estructura tradicional que había en el folclore de esos años?
El Neofolclore fue anterior a la Nueva Canción Chilena y es algo distinto a eso. Se trata de canciones livianas en su contenido, aunque muy importantes. Cuando nosotros entramos a la pelea fue mucho más pesado, como un tanque que entró ahí, de hecho Arriba en la Cordillera fue la primera canción que se hizo para la Nueva Canción y hablaba ya no de las chinitas de trenzas ni del estanciero con sus espuelas de plata, si no que de los tipos desposeídos de la tierra, que roban para sobrevivir. Entramos con otro concepto, político. Esa canción, después de años causa el mismo efecto. Es una canción que se metió para adentro.
- ¿Qué otras diferencias musicales hubo?
Nosotros cambiamos el concepto de lo que era la canción popular, hicimos otro tipo de texto y luego derivó en cambios en la estructura armónica. La cueca por ejemplo es elemental, tiene dos o tres acordes diferentes; la tonada cuatro o cinco; yo hago canciones con 48 acordes diferenciados, pero compuestos, al estilo del Bossa Nova. Para mí las notas son como mil, porque de acuerdo a la combinación de acordes se produce en las notas un sonido distinto. Yo descubrí eso hace años y empecé a trabajar en esa dirección. Se habla de la exquisitez de mi trabajo de guitarra y yo jamás he sido guitarrista. Siento que soy especialista en mí, pero no puedo acompañar a otro músico porque su música no funciona conmigo, la que funciona es la mía conmigo. Mis acordes existen en tanto que Manns existe.
- Me gustaría que profundizaras en tu relación con Lota ¿la noche sigue siendo brava allá? (a propósito de su canción que lleva el mismo nombre)
Creo que la Mina el Chiflón del Diablo, al ser zona turística hoy, le quita toda la fuerza dramática que tenía antes. Ahora está todo arreglado, pero cuando yo estaba allá no era así. Yo vi accidentes. Lota es una escuela viviente y lo mío fue una Universidad de la vida. No soy universitario, ni siquiera fui al liceo, no tengo educación formal, pero lo mío es una cultura inmensa que pasa por otras cosas. He hecho clases en francés y no lo he estudiado, aprendí en la calles, en los bares, leyendo, mi vida ha sido a contrapelo de las vidas de la gente, lo mío viene de la realidad de la naturaleza. Incluso puedo conducir barcos, ya que navegué tres años en un barco llamado Montserrat, de Puerto Montt a Punta Arenas. Pasaba por el Golfo de Penas una vez por semana.
- ¿Cómo se mezclan la intuición y la planificación en tu obra?
Cuando escribo investigo, voy a los lugares, mi mujer investiga por internet. Yo actúo primero porque las cosas me atraen de forma maravillosa, si no me interesa desde ese punto de vista no me sale nada. Cuando me maravillo fluye una prosa de otra manera, con otra profundidad. El Periodismo influyó en la disciplina escribir todos los días. Me encanta la noche, pero soy disciplinado, siempre ando buscando cosas y cuando escribo me documento. Pero la poseía es otra cosa, es “a poto pelado”, me siento y escribo, pero no es fresco hacerlo todos los días.
- ¿Cómo convivieron en ti el exilio que fue tan doloroso y la fecundidad de tu obra en esos años?
Yo todo lo convierto en producción, si me meten preso haré un Quijote en la cárcel, es así. Hablando con Volodia Teitelboim, le dije “quiero hacer del exilio una Universidad”. Iba a La Sorbonne (Universidad de París) de oyente y aprendí mucho, pues podía entrar a cualquier cátedra. Para mí fue un placer ser exiliado, fue una beca que nunca más he tenido. A veces lo digo y la gente me queda mirando, pero para mí fue un paso hacia arriba. Mucho exiliados se quedaron abajo, pero yo hice de mi vida lo que quiero hacer siempre, dirigirla yo y me da lo mismo dónde esté.
- ¿Por qué pasó tanto tiempo entre el primer concierto que diste en Chile en 1990 y tu retorno definitivo?
Yo tenía permiso por 15 días para estar en Chile. Era incómodo para la gente y creo que lo sigo siendo, pues me tratan con cierta distancia, no dejan que me acerque demasiado, además decidí venirme a Concón y no a Santiago. Soy autosuficiente y no necesito a los políticos. Vivir acá es un exilio autoimpuesto y siento que debo estar acá y no allá. Se formó un mito alrededor mío, cómo vivía, dónde me presentaba y cuando llegué acá empezó el basureo. Creo que era un precio que había que pagar, pero aún así no todo el mundo viene a esta casa, yo elijo quien viene, elijo mis amistades.
- ¿Qué tan importante ha sido en tu vida el bolero?
En Chiloé, donde viví cuando era un adolescente, lo único que se oía era bolero y música argentina. Lo primero que hice fue cantar boleros, Es algo muy importante, más de lo que la gente cree. Nació en Cuba hace más de cien años y es folclore allá, es música exquisita, es una institución y una especie de relación con la gente, una forma de comunicación.
- Candidato al Premio Nacional de Artes Musicales, candidato al Premio Nacional de Literatura ¿Qué pasa con el reconocimiento?
No existe, pero me importa. Tengo 72 años, todo me cuesta más y me gustaría recibir un premio del Estado, para facilitarme un poco las cosas. Creo que el de música deberían habérmelo dado hace tiempo y no porque lo diga yo, si no porque mucha gente lo piensa. Acá entra la cosa política y no soy jodido, el problema es que yo pienso.
- Te has definido como un escritor a Contraluz ¿qué significa?
Yo no voy por la huella de los escritores, lo mío es una investigación permanente de las cosas que quiero escribir. No voy a las modas literarias. Mis libros se imponen por otro lado, no estoy en las listas de los libros más vendidos del mes, pese a que tengo terceras ediciones en Chile y eso no lo sabe nadie. Es que yo estoy en otra parte de la literatura. Soy mucho más apreciado afuera que acá, literariamente. Chile no lee mucho y los que leen a veces no comprenden.
- Una vez te preguntaron por qué y para qué leer y dijiste “pregúntale a un pez para qué necesita el agua” ¿Se aplica eso a la música?
Cuando yo hago una canción primero debo amarla. Como va saliendo digo “esto me gusta”. Si no me gusta la dejo en la mitad y se va al papelero. Dijo “no es lo que yo quería hacer”, cuando creo que no he dado en el centro de lo que yo quería abordar. Lo mío es una literatura pensante y una canción pensante y pensada. Son trabajos metódicos, de orfebrería, hecho con las manos, hasta darle la forma que yo quiero, si no, no funciona. Lo que dejo pasar es muy poco al lado de lo que hago, por eso mi trabajo me enorgullece, lo hago con afecto, con voluntad.
- ¿Cómo fue tu relación con Luis Advis, destacado compositor chileno que el año pasado también fue parte de este programa de Rescate de Música Chilena?
Tengo acordes que son míos. Luis Advis conocía muy bien mis acordes, me oía y decía “qué curioso”. Él se daba cuenta de todo. Mi relación con él fue muy linda. Se sentaba al piano y hablábamos sobre mis notas. Él se daba cuenta de que lo mío no se enseñaba en otras partes, pues era un descubrimiento perpetuo.
- Me gustaría hablar sobre algunas de tus canciones que se van a interpretar. Vuelvo.
Yo vivía en París y los Inti-Illimani estaban en Roma haciendo un disco y me llamaron para que revisara algunos textos y aportara con otras letras. Compusimos mucho. Vuelvo nació en el estudio. Ellos tenían la música y yo les dije “qué les gustaría que le pusiera como texto? ¿Tienen algún título? Alguien dijo “Vuelvo” y yo dije ¿Cómo vuelvo, cómo quiero volver, quién soy yo cuando vuelve? Yo escogí cómo volver, por ahí la letra dice “sin pedir perdón ni olvido”… es una canción pensada.
- Balada de los amantes y tu relación con Alexandra (su mujer)
Fue una provocación. Los chilenos son muy cartuchos y decidí escribir un poema porno que cuenta un polvo con mi mujer, nada más, pero contado de una forma cinematográfica.
- América Novia Mía.
Es una canción que pertenece al ciclo “El Sueño Americano”, escrito en 1965. En esas circunstancias fui siguiendo paso a paso el desembarco de los “marines” estadounidenses en la República Dominicana. Sentí mucha rabia frente a tanta injusticia y se me ocurrió la idea de escribir una obra integrada por doce canciones narrando la historia de las invasiones y exacciones cometidas contra Nuestra América a lo largo de varios siglos. Emplee diversos ritmos latinoamericanos (tonada-pregón, malambo, refalosa, calipso, zamba, chacarera, cueca y joropo). La escritura de la obra tardó pocas semanas.
17.- Cuando me acuerdo de mi país.
Fue compuesta en La Habana cerca de diciembre de 1973. Recuerdo que días después de mí llegada a la Isla, se organizó una jornada de playa para los refugiados que venían llegando. Salía del hotel cuando comencé a silbar el primer motivo de la canción, en vista de lo cual, renuncié al paseo y volví a mi cuarto para escribirla. Al día siguiente cuando Silvio Rodríguez llegó a trabajar conmigo, cosa que hicimos diariamente durante mi permanecía en la Isla, le mostré el tema que había compuesto y le encantó.
- ¿Hay alguna canción que reúna toda la esencia de Patricio Manns?
“Valdivia en la Niebla” reúne mi esencia como compositor. Valdivia tiene de todo, es una canción pictórica. Una vez se la canté a Oswaldo Guayasamín (pintor y escultor ecuatoriano) y me dijo que podía pintar la canción, lo que es un homenaje gigantesco. Es una canción que se ve. Yo creo que es la mejor canción. La considero más densa que “Arriba en la Cordillera” y otras. Ahora, como estructura de lenguaje, “Cuando me acuerdo de mi país”, es sorprendente, porque el lenguaje se distorsiona.
- ¿Cuál crees que es la importancia de tu obra musical en la historia de Chile?
Creo que es importante lo que hago, si no, no lo haría. A mí me interesa aportar cosas, sobre todo para los chicos, alumnos que me siguen. Me vienen a ver, se sientan en el piso de mi terraza y yo les hablo horas, les toco música, les cuento lo que en los Conservatorios no les enseñan. Es maravilloso eso.
“Yo acepto la vida porque me da esta posibilidad de pensarla, si no me habría matado hace años, de aburrimiento. El solo hecho de pensar en que voy a escribir algo y antes de eso, que estoy lleno de ganas de pensar me llena. Componer y escribir es descubrir y eso hace el día maravilloso. Yo vivo en perpetua maravilla”.
Patricio Manns
Gentileza de Fernando Alarcón Medina
Periodista Corporación Cultural Universidad de Concepción
0 comments:
Publicar un comentario