Escuchamos en la actualidad un discurso recurrente en la ciudadanía frente a los candidatos y sobre su opción de votar, hablan del “votar por la persona”, de marcar el voto por un tincómetro personal que relaciona la imagen particular de un candidato con una supuesta mayor capacidad de gestión política o simplemente la confianza de que “haría bien las cosas”, o un patético “me tinca ese gallo”, como si fueran a arrendar una película el fin de semana.
La pérdida de las ideologías políticas producto del abandono de los deberes sociales de los partidos, de la mano con la ideología de la bruteza mediática del modelo neoliberal, han secuestrado la capacidad de la “gallada” de analizar y comprender el funcionamiento de una democracia y de los roles de nuestros representantes.
Dudo que quienes hablan sobre votar “por la persona” hayan analizado en profundidad sobre qué construyen esa imagen, porque no es -la persona- la que creen conocer, es su concepto mediático, es lo que nos quieren mostrar sus asesores e influencias detrás de los millonarios recursos que se invierten para transformar a un bruto en un gran agente de estado y docto intelectual social.
El marketing político ha tomado el rol que antes tenían las concepciones de sociedad, las utopías urbanas y de Estado, los principios y valores ideológicos. Los jingles y “cuñas” bastan y sobran para que la dueña de casa y el profesional joven decidan por quién votar, lo importante es que la frase e imagen sea cercana y convincente, y por cierto se preocupen de los problemas -reales- de la gente. Los discursos políticos son más cercanos a una campaña de publicidad que a una manifestación intelectual del hacia dónde y el cómo llevaremos a nuestra sociedad a un bienestar colectivo.
Muchos de los candidatos no enfrentan sus posturas ideológicas con la contraparte, ¿Para qué?, si es un riesgo para muchos que saben que no saben y que, con la suficiente cantidad de carteles y jóvenes adolescentes entusiastas con banderas, tienen asegurados un cupo en el congreso o en la moned, esto amarra a las elecciones a recursos e intereses económicos, lo que no es bueno para ninguna democracia.
Decir que se va ha “votar por la persona” no sólo es una manifestación de pobreza en principios y convicciones, característica de nuestra cultura social no reflexiva e individualista, si no que también es muestra de que la “elite política” criolla, se puede dar le lujo de elegir a personajes por sus competencias mediáticas más que por sus reales capacidades de gestión y liderazgo político, manteniendo de esa forma una uniformidad de ideas y valores que mantendrán al país en el mismo insomnio ideológico y el mismo letargo ciudadano por varias décadas más.
Ante este escenario, es responsabilidad del votante revisar su postura social y política, ser responsables a la hora de votar, y no entregarse a las manos de los medios de prensa corporativos y a la manipulación marketera de los partidos. Se dice que cada pueblo tiene a los gobernantes que se merece y a mi parecer ha llegando la hora de algo mejor, pero eso depende solamente de nosotros y de cuánto nos esforcemos como ciudadanos en exigir mejores representantes y no conformarnos con una imagen publicitaria digna de un nuevo producto para lavar la ropa.
Por Francisco Córdova.
0 comments:
Publicar un comentario