¡Otra vez desheredada!, cuando no me iba de mi casa jurando no volver mas, me desheredaban y tenia que partir, así fue mi vida por mucho tiempo. Mientras esperaba un bus para regresar a Concepción pensaba en que nunca pude complacer a mis padres si no era una cosa era otra. Un señor se acerco seguramente por el charco de sangre que ya llegaba al rió a causa de mi corazón roto. Sí, el se dio cuenta de mi pena, me contó después que sintió ganas de hacer lo que fuera para sacarme una sonrisa, no le di detalles de la ruptura con mis padres pero le conté que me iba con una gran tristeza.
Algo que añoro de Quillón es el cerro Cayumanqui -le confesé- más que a la familia.
Crecí mirando el cerro, que anunciaba la lluvia cuando se cubría, una vez se incendió y yo estaba sentada en un cómodo sillón viendo el incendio como un Nerón cualquiera, otra vez nevó y fue un lindo espectáculo, todo azul mi cerro, con algunas zonas blancas con nieve, y los ovnis ¡tres veces los vi!. Con los prismáticos que habían sido de mi abuelita María cuando iba a la hípica miraba el movimiento que había en la cima donde están las antenas. Si lo extrañaría puesto que era lo primero que miraba en la mañana cuando me levantaba...el cerro despejado muy buen augurio
-La entiendo -dijo mi eventual amigo- siempre me gusto este cerro, lo imagine lleno de misterios por eso, en una ocasión le pregunte a un huaso que esperaba el bus, si sabia de alguna leyenda del cerro y no me contesto, asumí que no entendió mi pregunta.
"-Bueno alguna historia que le hayan contado -insisti- sus padres algún, suceso interesante al menos
- Bueno una vez una pareja que no tenía permiso de los padres para casarse se arrancaron para el cerro."Mi amigo me contó como se entusiasmo con eso, él rápidamente imagino una leyenda que pudo haber surgido.
“Los amantes se refugiaron en el cerro y se perdieron, muriendo de hambre y frio, nadie dio cristiana sepultura a sus cuerpos, estos se convirtieron en árboles que en las noches mueven sus ramas se tocan y se acarician por toda la eternidad”.
- "Pero ¿qué paso? -le preguntó al huaso-
- No sé
- Cómo que "no sé", pero ¿qué cree usted que pasó?
- Gueno yo creo que bajaron por el otro lado, llegaron a Ñipas y ahí tomaron el tren... ¡puh! "
Los dos suspiramos, lamentando… un cerro tan lindo y sin leyenda.
Por Nancy Sepulveda
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