sábado, 13 de noviembre de 2010

Miedos... La Nancy (Historias Mal Escritas)


Todos los niños se pusieron a llorar, a causa de una mentira de su mamá, esta amiga mía amenazo a sus niños con _"si no se comen la comida se los llevara el viejo del saco”- mientras lo decía miraba por la ventana para hacer más creíble su cuento, los niños se bajaron de sus sillas y corrieron a la ventana ella se interpuso a lo que ellos respondían gritando

- yo quiero verlo, yo quiero verlo- al llegar a la ventana no había nadie y se pusieron a llorar -No lo vi, por tu culpa no lo vi

¿Qué paso con el viejo del saco? Ya no asusta, nosotros fuimos los últimos ingenuos que creíamos en los brujos que volaban en la noche, en las gitanas que se robaban los niños, los espíritus en las casas que penaban, justo cuando uno estaba solo, se temía también a las personas que hacían mal de ojo, las casas cargadas y mucho mas. Pero de todos los miedos el que permanece en chileno es la pobreza, no a la pobreza misma es a que la gente que te rodea piense que eres pobre. Entonces hay que disfrazarla, algo más importante que superarla. Hay que ocultarla detrás de prendas de marcas, con un asado el fin de semana o cuando se pueda. Celebrar cuanta fiesta inventan los comerciantes. Yo no recibí huevos de pascua cuando niñas y no es porque no los hubiera, me explicaron que era una fiesta de los alemanes y punto. Tampoco fiesta de los enamorados, el día de la madre era muy sencillo y el día del padre un abrazo estaba bien, la navidad era para los niños, con un presente bastaba, una cosita, un juguete, lo que estuviera al alcance del bolsillo, porque no había tarjetas de crédito, el arbolito y la comida en familia era la fiesta, ahora no, que no se vea miseria, a endeudarse como malos de la cabeza como si el mundo se fuera a acabar

¿Logran su objetivo?, por supuesto que no. A veces eso hace más evidente sus carencias

Como les explico que la pinta no lo es todo lo malo de la pobreza es cuando viene de la mano con la ignorancia engañados por la publicidad, ven la superación solo en la apariencia. A mí me sirvió de mucho los años de escases. Aprendí de mi madre escoger los alimentos por su valor nutritivo, como el cochayuyo y las legumbres, comer de todo es parte de la cultura decía cuando arriscábamos la nariz ante algo que no nos gustaba, las bebidas de fantasía solo para fiestas y en forma moderada

Mi madre era una campeona del reciclado, los chalecos del más grande quedaban para el más chico al igual que los zapatos, que no solo se heredaban sino que se cuidaban con el lustrado diario eso les alargaba la vida notablemente, los calcetines se zurcían, los cuellos de camisa se daban vuelta , los pantalones se parchaban. Cuando la herencia no era de la talla se le hacían dobleces y bastas en las mangas, como no se compraba toda la ropa echas algunas eran fabricadas en casa o por una buena modista y las alforzas era hechas a propósito. Déjelo muy creedor era la orden, lo malo en mi caso fue que me quede con el tremendo doblez en el uniforme y el famoso estirón nunca llego. Y la ropa nueva quedaba para salir, para la parada

Algo tiene tuvo que ver con la parada militar ya que no era de todos los días

Las modas no era algo que preocupara a las madres de familia, eso era para otra gente, veía a mis tías y abuelas con los mismos vestidos muy bonitos en los matrimonios y bautizos no era pecado repetir. No se escuchaba eso de este me lo han visto mucho

La calidad se imponía un abrigo de piel tenía varias vidas, a la muerte de la dueña habían varias herederas esperándolo, y las sedas eran eternas,

Había maneras de no demostrar pobreza a pesar de que la ropa no era nueva o muy sencilla “porque el hábito no hace al monje”: hablar correctamente y por sobre todo comer bien en la mesa. “comiendo se conoce a la gente” decía mi mamá. Si no enrollabas bien los tallarines y no esperabas a tomarte la sopa para comerte la presa y además comías con la boca abierta estabas perdido pasarías por “roto” y mal educado

Como una campana mi madre nos enseñaba una y otra vez: permiso gracias, perdón, buenos días, los codos fuera de la mesa, nada de hola... ningún grande es amigo tuyo. Uno descansaba de estas recomendaciones cuando llegaban visitas, una mirada asesina con una bala en cada ojo era suficiente, si no reaccionábamos y una amenazante invitación que te quitaba el apetito –“después vamos a conversar”. Como ella muchas madres y ¡qué razón tenían!, me gusta ver como esos niños y niñas que crecieron conmigo son profesionales y padres ejemplares. Lo hicimos con pocos inventos, mucho ingenio, pocas marcas y el miedo no era a la pobreza, era a la ignorancia a que los hijos no se educaran y quedaran sin armas para vencerla.


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