sábado, 11 de febrero de 2012

El Temblor... Por Tito Fernández

EL TEMBLOR, por Tito Fernández

El perdió los calzoncillos,
la mujer perdió el refajo
y después, hecha un ovillo,
quedó aplastada debajo.

El temblor jué a medianoche
y toos 'taban durmiendo,
a pesar del manso boche
que aullando armaron los perros.

El suelo agarró un meneo
que subía y que bajaba
de ocho grados, más o menos,
como no se recordaba.

Toos salimos corriendo
y en medio'e la tendalá,
los chanchos seguían durmiendo
y no se les daba n'a.

Como vino el apagón
todo el mundo tropezaba
y mi tía Encarnación
pilucha se persignaba.

Menos mal que había luna
y se podía ver algo
así es que le vide algunas
presas que ocultó por años.

Las ovejas, siempre en piño,
corrían p'allá y p'acá,
y una prima sin corpinño
se tapaba con la almohá.

Desde las estanterías
y de los escaparates,
too lo que se caía
rodaba por todas partes.

Treinta segundos exactos
duró el manso temblorcito
y allí, en el medio del patio,
nos encontramos toitos.

Unos a medio vestir,
otros, vistiendo lo mismo,
nadie hallaba qué decir
¡p'tas que estábamos lindos.

El que más, halló un abrigo,
la que más, una frazá,
y en cuanto a los cauros chicos
así empelota nomás.

Güen dar con las consecuencias
y las cosas de este mundo,
y lo que se ve y se aprecia
en sólo treinta segundos.

Jué por eso que mi tío,
cuando empezó el movimiento,
al huir, despavorío,
con mi tía en seguimiento

Se manió con los zapatos,
después pisó una botella,
se derrumbó guarda abajo
y se vino encima de ella.

Ahí perdió los calzoncillos,
ella perdió los refajos,
y jué así que hecha un ovillo
quedó aplastada debajo.

CODA:
Vayan las explicaciones
de algunos actos impúdicos
que sólo fueron reacciones
ante un evento telúrico.