La Bahía de Chañaral, fue una de las zonas costeras más biodiversas y productivas de Chile, debido a la concentración de nutrientes orgánicos y la positiva influencia de la corriente de Humboldt. Estudios científicos, desde Elizzalde Mc Clure en “Sobrevivencia de Chile” a mediados del siglo XX, hasta los informes de diversos organismos técnicos públicos y privados en la actualidad, coinciden en diagnosticar en Chañaral y sus alrededores la ocurrencia del más grave e irreversible daño ambiental ocurrido en la historia de Chile.
La brutal contaminación química de la Bahía de Chañaral se inició cuando se colmataron los tranques de relaves de la mina Potrerillos, y la empresa norteamericana Andes Copper Minning Company procedió a vaciar estos tóxicos al mar, a través del río Salado. La descarga de contaminantes continuó con la explotación de la mina El Salvador, por la misma empresa a partir de 1959; y se perpetuó luego de la nacionalización del cobre bajo la administración de CODELCO. Esta práctica ilegal sólo pudo ser parada mediante acciones legales iniciadas por un conjunto de ciudadanos y líderes sociales en 1988, cuando lograron un fallo inapelable de la Corte Suprema, el cual obligó a CODELCO a poner fin a los derrames tóxicos al Océano Pacifico y a construir un tranque de relaves.
Sin embargo, aunque el tranque de relaves fue construido, nada se realizó para reparar los daños causados.
La ciudad de Chañaral presenta hoy alta incidencia de enfermedades, debido a que los relaves depositados en toda la costa poseen mayor concentración de cobre, hierro, arsénico, cinc, cianuro, plomo, aluminio, mercurio, molibdeno, y otros metales pesados, que los estándares internacionalmente aceptados por la Organización Mundial de la Salud.
La posición del Estado chileno en el caso Chañaral se ha caracterizado por negar la contaminación ambiental y por sostener una defensa corporativa a CODELCO. La Comisión Regional de Medio Ambiente y otras instituciones públicas de Atacama, han ignorado la evidencia científica y han manipulado comunicacionalmente los impactos de la contaminación tóxica sobre la salud de la población, hasta el extremo de sostener que la zona está descontaminada. Las autoridades incluso la propiciaron con el aval del gobierno de Ricardo Lagos, quien realizó un baño presidencial para la prensa en la playa de Chañaral, asimismo actividades recreativas en las áreas contaminadas, a pesar de las advertencias del Ministerio de Salud.
En este contexto de grave desinformación articulada desde el Estado, y de impunidad ante el daño ambiental causado; los ciudadanos de Chañaral se organizan desde 1991, ante la negativa del Estado para desarrollar un plan de descontaminación del área, como lo exige la Ley. Esta articulación ciudadana se inicia con la acción de los pobladores de la Villa Pan de Azúcar, una de las más contaminadas por efecto de los relaves tóxicos, y se amplía el año 2001 con la creación de la Agrupación Chañaralinos Defensores de la Naturaleza,
(CHADENATUR), bajo el liderazgo incansable de Manuel Cortés, destacado dirigente social, gracias a quien las organizaciones ciudadanas de Chile pudimos ser alertadas de esta catástrofe ambiental. Manuel Cortés, su familia, la villa Pan de Azúcar y CHADENATUR , han sido claves para formular y mantener la denuncia sobre la contaminación tóxica y la defensa del derecho a la salud y a la vida ante la grave polución minera que les afecta y sobre la impunidad de CODELCO amparada por el Estado.
El holocausto del medioambiente y la población de Chañaral al prometido “progreso económico” de la explotación minera, es un ejemplo de la negativa intervención del Estado en las comunidades y economías locales a nivel nacional; lo cual se repite en casos como los del oasis de Quillagua en la región de Antofagasta, desecada y contaminada por directa acción del estado (a través de Codelco) o mediante permisos que condujeron a su degradación (mediante acción de Soquimich) en las últimas décadas. Por esta razón, el testimonio contenido en este libro sobre la “Muerte Gris de Chañaral” entregado por Manuel Cortes y Chadenatur, es clave para informar a los chilenos sobre el origen, desarrollo y situación actual de la contaminación química de Chañaral, y el injustificado incumplimiento del Estado del “Programa de Recuperación de la Calidad Ambiental de la Bahía de Chañaral”, lo cual pone en cuestión el cumplimiento del estado de derecho en Chile.
Los regímenes democráticos, muchas veces justifican el no poder ejercer la justicia o la gobernabilidad democrática, porque los tomadores de decisión no tienen la información o están lejos de las personas. Pero en casos como Chañaral, Quillagua, así como de las poblaciones contaminadas por plomo en Arica, donde se evidencia la negación sistemática de los derechos humanos a la salud y la vida por parte de quienes detentan el poder político del país; la justificación de lejanía o desinformación no aplica, gracias a dirigentes como
Manuel Cortés, organizaciones como Chadenatur y articulaciones sociales como el movimiento ecologista. Los cuales por décadas han logrado sostener la denuncia de los daños ambientales y continuar demandando justicia ambiental y recuperación del estado de derecho. Ellos son los que vencerán el estado de impunidad ambiental que domina en nuestro país, y posibilitaran que Chile pueda mantener su patrimonio ambiental para cobijar a nuestros hijos y a los hijos de nuestros hijos.
Sara Larraín Ruiz-Tagle
Directora Chile Sustentable
LA MUERTE GRIS DE CHAÑARAL
Palabras preliminares:
Generalmente la visión ciudadana está situada a mucha distancia de la toma de decisiones de quienes tienen la enorme responsabilidad de decidir sobre políticas públicas que incidan sobre las personas. El mundo de la política y sus círculos, generalmente están ajenos a los dramas ciudadanos, especialmente de aquellos que no se visualizan y no están en sus agendas prioritarias, más aún cuando la manifestación de esto es intangible, lenta y silenciosa.
La justificación y legitimación de este libro radica principalmente en ello, mostrar al mundo una realidad de décadas, de reconocimiento mundial, pero a la vez, negada sistemáticamente por quienes personificaron y representan el poder administrativo y político del país y, también de aquellas organizaciones y personas que constituyen la ciudadanía de Chañaral y no conocen esta situación.
Subrayo que este problema es el problema de todos, y en tal sentido, esta contribución viene a llenar un gran espacio ocupado por desinformación, en donde se podrán encontrar estudios médicos y científicos aportados por afamadas personalidades de renombre nacional e internacional, con valiosas tesis de profesionales chañaralinos, información toxicológica que pretende educar a las comunidades y, que esto, sirva como prevención a sus nefastas consecuencias que inciden directamente sobre la salud; agregando además una extensa recopilación y bibliografía que constituirá un valioso material de consulta pedagógica, y a la vez, entregar elementos de juicio al sano y necesario debate ciudadano.
Gran parte de este material también está compuesto por antecedentes históricos de gran significado, cuyo aporte podrá enriquecer lo que podría constituirse en un punto de interés turístico de insospechadas proyecciones, pero de la misma manera, se podrán encontrar minuciosos análisis a las actuaciones y las responsabilidades de Organismos del Estado y sus diversas personalidades políticas.
En tal sentido, esta suerte de recopilación y análisis de una de las más grandes contaminaciones del mundo por relaves mineros que afecta directamente a una comunidad, es una provocación para aquellos que durante décadas han hecho oídos sordos y han cerrado sus ojos ante una cruenta realidad.
Por lo mismo, este libro denominado “La Muerte Gris de Chañaral” establece un imperativo ético y un deber moral publicarlo, y si logra por sí solo ayudar a buscar intenciones y caminos reales de solución o a servir como ejemplo para que en ningún rincón del mundo se repita, créanme sinceramente que este paso será inmenso para quienes conformamos es
ta comunidad desprovista de uno de los más elementales derechos humanos, consagrado en la Declaración Universal de Derechos Humanos y la Constitución Política de la República de Chile, el de “Vivir en un ambiente sano y libre de contaminación. “
Manuel F. Cortés Alfaro
Chañaral, Diciembre de 2010.
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