miércoles, 20 de febrero de 2013
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¿Quién Fue Y Como Murió Giordano Bruno?
Campo Dei Fiori, Roma. Allí se encuentra la estatua del escultor Ettore Ferrari del año 1887, en honor al astrónomo, filósofo y poeta italiano Giordano Bruno. En este sitio, se ejecutaba a los sentenciados por la Inquisición. Debe su nombre, a que antiguamente era un prado de flores, pero posteriormente, en el año 1456, el Papa Calixto III ordenó adoquinarlo.
En la base del monumento, se observan tres medallones en bronce, con escenas de la vida de Bruno: disertando en la Catedra de Oxford, compadeciendo ante el Tribunal de la Inquisición y su ejecución en la hoguera. Al frente del monumento, se encuentra una placa con la siguiente inscripción: “A bruno II – Secolo da lui divinato, quid ove il rogo arse.” (A Bruno - El siglo que él adivinó, aquí donde el fuego ardía)
El monumento, no sólo es un homenaje a Bruno, sino también a otras víctimas de la Inquisición. Los personajes allí recordados son: Fray Paolo Sarpi (1552-1625), Fray Tommaso Campanella (1568-1639), Erasmo de Rotterdam (1466 - 1536), Giulio Cesare Vanini (1585 - 1619), Aonio Paleario (1503 - 1570), Miguel Servet (1511 - 1553), John Wiclef (1320 - 1384) y John Huss (1370 - 1415).
Sabemos por sus escritos, que Bruno adhirió a la Teoría Heliocéntrica de Copérnico y aseveró que el Universo era infinito y que existía la posibilidad de vida fuera de la Tierra, algo absolutamente inaceptable para la Iglesia. Sus escritos más importantes son: “De umbris idearum”, de 1582; “La cena de las cenizas”, “Sobre el infinito: el Universo y los mundos” y “Sobre la causa, el principio y el uno”, las tres últimas escritas en 1584. En 1585 escribió “De los heroicos furores”, en estilo de dialogo platónico, obra en la que describe el camino hacia Dios a través de la sabiduría.
Al ser sus ideas contrarias a las propuestas por la Iglesia, fue acusado de herejía, y la Inquisición, tras enjuiciarlo por blasfemo inmoral, lo encarceló en 1593 por ocho años. Luego de su encierro, Bruno fue sometido a un segundo juicio en el tribunal de Venecia, por cargos de blasfemia, herejía, conducta inmoral y enseñanzas falsas sobre los sistemas solares y sobre la infinitud del Universo. El proceso fue dirigido por Belarmino, quien posteriormente llevaría el similar proceso contra Galileo. Se expusieron los cargos en contra de Bruno y las múltiples ofertas de retractación fueron desestimadas. Giordano Bruno decidió reafirmarse en sus ideas y el Papa Clemente ordenó que fuera llevado ante las autoridades seculares.
El 8 de febrero, fue leída la sentencia en donde se le declaraba herético, impenitente, pertinaz y obstinado. Es famosa la frase que dirigió a sus jueces: “Tembláis más vosotros al anunciar esta sentencia que yo al recibirla”. Fue expulsado de la Iglesia y sus trabajos fueron quemados en la plaza pública.
Durante todo el proceso, fue acompañado por monjes de la Iglesia. Antes de ser ejecutado en la hoguera, uno de ellos le ofreció un crucifijo para besarlo, pero Bruno lo rechazó, sosteniendo que moriría como un mártir por la Ciencia y por sus ideales.
Sus últimas y memorables palabras fueron:
“Decid, ¿cuál es mi crimen? ¿Lo sospecháis siquiera?
Y me acusáis, ¡sabiendo que nunca delinquí!
Quemadme, que mañana, donde encendáis la hoguera,
Levantará la historia una estatua para mí.
Yo sé que me condena vuestra demencia suma,
¿Por qué?... Porque las luces busqué de la verdad,
No en vuestra falsa ciencia que el pensamiento abruma
Con dogmas y con mitos robados a otra edad,
Sino en el libro eterno del Universo mundo,
que encierra entre sus folios de inmensa duración;
los gérmenes benditos de un porvenir fecundo,
basado en la justicia, fundado en la razón.
Y bien, sabéis que el hombre, si busca en su conciencia,
la causa de las causas, el último por qué
ha de trocar muy pronto, la Biblia por la Ciencia,
los templos por la escuela, la razón por la fe.
Yo sé que esto os asusta, como os asusta todo
todo lo grande, y quisierais poderme desmentir.
Más aún, vuestras conciencias, hundidas en el lodo
de un servilismo que hace de lástima gemir...
Aún allá, en el fondo, bien saben que la idea,
es intangible, eterna, divina, inmaterial...
Que no es ella el Dios y la religión vuestra
Sino la que forma con sus cambios , la historia universal.
Que es ella la que saca la vida del osario
la que convierte al hombre, de polvo, en creador,
la que escribió con sangre la escena del calvario,
después de haber escrito con luz, la de Tabor.
Más sois siempre los mismos, los viejos fariseos,
Los que oran y se postran donde los puedan ver,
fingiendo fe, sois falsos llamando a Dios, ateos
¡chacales que un cadáver buscáis para roer!
¿Cuál es vuestra doctrina? Tejido de patrañas,
vuestra ortodoxia, embuste; vuestro patriarca, un rey;
leyenda vuestra historia, fantástica y extraña.
Vuestra razón la fuerza; y el oro vuestra ley.
Tenéis todos los vicios que antaño los gentiles
Tenéis la bacanales, su pérfida maldad;
como ellos sois farsantes, hipócritas y viles
Queréis, como quisieron, matar a la verdad;
Más... ¡Vano vuestro empeño!... Si en esto vence alguno;
soy yo porque la historia dirá en lo porvenir;
"Respeto a los que mueren como muriera Bruno"
Y en cambio vuestros nombres... ¿Quién los podrá decir?
¡Ah!...Prefiero mil veces mi muerte a vuestra suerte;
Morir como yo muero...no es una muerte ¡no!
Morir así es la vida; vuestro vivir, la muerte
Por eso habrá quien triunfe, y no es Roma ¡Soy Yo!
Decid a vuestro Papa, vuestro señor y dueño,
Decidle que a la muerte me entrego como un sueño,
porque es la muerte un sueño, que nos conduce a Dios...
Más no a ese Dios siniestro, con vicios y pasiones
que al hombre da la vida y al par su maldición,
Sino a ese Dios-Idea, que en mil evoluciones
da a la materia forma, y vida a la creación.
No al Dios de las batallas, sí al Dios del pensamiento,
al Dios de la conciencia, al Dios que vive en mí,
Al Dios que anima el fuego, la luz, la tierra, el viento,
Al Dios de las bondades, no al Dios de ira sin fin.
Decidle que diez años, con fiebre, con delirio,
Con hambre, no pudieron mi voluntad quebrar,
Que niegue Pedro al Maestro Jesús, que a mí ante el martirio,
de la verdad que sepa, no me haréis apostatar.
¡Más basta!... ¡Yo os aguardo! Dad fin a vuestra obra,
¡Cobardes! ¿Qué os detiene?... ¿Teméis al porvenir?
¡Ah!...Tembláis...Es porque os falta la fe que a mí me sobra...
Miradme...Yo no tiemblo... ¡Y soy quien va a morir!...”
Fuente: Humanismo Secular
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