sábado, 8 de junio de 2024

En 1890 Se Realizó En Chile La Primera Huelga General De La Clase Trabajadora De América Latina

A partir de las décadas de 1860 y de 1870, la clase obrera comenzó a transformarse en el centro y en el eje articulador de la lucha y organización del movimiento popular en Chile.

 

Entre los años 1883 y 1890 se comienza a desarrollar un potente proceso de ascenso obrero en el país. Entre los años 1885 y 1890 proliferan las huelgas obreras. Las principales son las de los portuarios, tipógrafos, panificadores y ferroviarios. Es al calor de estas huelgas y de las más distintas formas de lucha popular, que el movimiento obrero comienza a discutir la necesidad de la unificación de las demandas obreras y populares a nivel nacional. Esta instancia de organización obrera y popular, discutida por las distintas organizaciones obreras y populares por aquel momento, hasta ese momento dispersas, fue denominada «congreso obrero». Aquel, discutido al calor mismo de la lucha de clases, fue uno de los más importantes precedentes para la creación de la Federación Obrera de Chile, la FOCH. 

 

La importancia de la discusión de un «congreso obrero», radica en que la clase obrera discutió, por primera vez, las formas de unificarse a nivel nacional para poder dar una respuesta nacional a los problemas del conjunto del movimiento popular. Es decir, a discutir cómo podía comenzar a actuar, a nivel nacional, independientemente de los patrones, sus partidos y de los políticos empresariales que se visten como amigos del pueblo, sin confiar en sus enemigos de clase.

 

Junto a la discusión del «congreso obrero», uno de los puntos más importantes de este proceso de lucha obrera fue la huelga general de 1890. Esta fue no solo la primera huelga general en la historia de Chile, sino que también la primera en Latinoamérica.

 

El estallido de esta huelga, que se extendió en julio de 1890 por Tarapacá, Antofagasta y Valparaíso, fue producto de la combinación de una serie de factores. Entre aquellos: la desvalorización de los salarios, la crisis económica nacional del periodo (alentada por la crisis económica mundial de los años 1873-96), una importante división política en el seno de los sectores dominantes, la generalización de las protestas obreras, por ejemplo en contra del sistema de pago en fichas. Así también, entre otros, por una serie de hechos coyunturales como la nueva baja del precio del salitre a fines de 1889 y el intento de los patrones por hacer caer la crisis sobre los trabajadores, un aumento de los índices de cesantía, etc.

 

En este contexto estalla una primera oleada huelguística en Iquique y en las salitreras tarapaqueñas. El 2 de julio, el gremio de los lancheros, exigiendo el aumento del valor de su trabajo, el pago en monedas de plata o billetes corrientes, se declara en huelga e impide las faenas de carga y descarga, incitando a los demás trabajadores a unirse a la huelga. A partir de este momento, a la acción de manifestantes solidarios con la huelga en las calles (los que impidieron el funcionamiento de bancos, casas de comercio, de las fábricas y del transporte), se sumó el paro de los operarios de las oficinas de salitre de la pampa (los que se dirigieron a Iquique a protestar). Al mismo tiempo, se agregaron al paro los fleteros y otros sectores, paralizando totalmente la ciudad y causando el pánico de las clases dominantes.

 

Hacia el 7 de julio, la huelga se había extendido por la pampa y amenazaba a varias oficinas salitreras que aún no se habían plegado, las que debieron ser reforzadas por seguridad militar. A partir del jueves 10, las negociaciones entre patrones y obreros, las demostraciones de fuerza entre las tropas y las mediaciones de comisionados comenzaron a debilitar al proceso huelguístico. Aun así, el 21 de julio la huelga se extiende a la ciudad de Valparaíso. A la huelga de los lancheros y fleteros de la Compañía Sudamericana de Vapores, se sumaron las de varios sectores obreros y populares, paralizando completamente la ciudad. Entre las provincias del interior, panaderías de Quillota y Limache también adhirieron a la huelga. Sin embargo, a pesar de lo anterior, la huelga no alcanzó a extenderse a Santiago.

 

El estallido de esta huelga general, además de la discusión del «congreso obrero», fueron el producto de un importante proceso de acumulación de fuerzas y de experiencias en el seno de lo mejor y más avanzado del movimiento obrero y popular hasta esa fecha. A la vez, se marcó el nacimiento definitivo de la clase obrera como actor político nacional, el surgimiento de su protagonismo histórico.

 

Esta huelga, y el proceso de ascenso obrero y popular en su conjunto, significaron la continuidad, a la vez que la ruptura con la experiencia de la lucha y las organización artesano-popular desde 1850. Al respecto, el historiador Sergio Grez señala que, «Este desencuentro [entre la lucha artesanal y obrera] anuncia un relevo en los protagonismos en el seno del movimiento popular, la entrada en escena de la clase obrera moderna, en vías de constitución en torno a la economía capitalista de la era industrial, cuyas bases eran la explotación salitrera, las actividades portuarias y fundiciones de esa zona y de Valparaíso, las minas del carbón de Concepción y la industria manufacturera».

 

Fuentes: Federación Nacional de Sindicatos CCU

– Sergio Grez, De la regeneración del pueblo a la huelga general. Génesis y evolución histórica del movimiento popular en Chile (1810-1890). Santiago, DIBAM.

– María Angélica Illanes, La Revolución Solidaria