En diciembre de 1815. Fernando VII enviaba a Francisco Casimiro Marcó del Pont como nuevo Gobernador de Chile. Su misión: mantener el control de la colonia y sofocar los brotes independentistas. Pero Marcó del Pont, un hombre cargado de títulos y medallas, pronto demostraría ser todo menos el líder que el ejército realista necesitaba. Su indecisión y falta de visión llevaron al desmoronamiento del poder español en Chile.
![]() |
Marcó del Pont (en Revista Zig-Zag, 1905). |
Marcó del Pont llegó a Chile en un momento crítico. Reemplazaba a Mariano Osorio, quien había derrotado a O’Higgins en Rancagua y reconquistado el país en 1814. Sin embargo, su nombramiento no fue bien recibido. Según el historiador Salvador Sanfuentes, Marcó era ‘un palaciego desprovisto de mérito efectivo, imprudente, presumido y cruel’. Estas cualidades, lejos de fortalecer la causa realista, la debilitaron.
Por otra parte, es necesario destacar que en ninguna referencia “no chilena” se hace mención, más allá de los hechos concretos de una biografía tipo, hechos demostrativos de su carácter o elementos destacables de su personalidad, actitud frente al enemigo o cualidades de análisis estratégico. Dando la impresión que su ascenso en el ejército español durante las batallas napoleónicas, son más bien una muestra de formalidad, llenos de solemnidad, protocolo y abundancia de medallas, propio del trato entre oficiales de todos los ejércitos.
Sin embargo, al revisar autores chilenos, se puede destacar cierta exageración a la forma y el fondo del carácter de Marcó del Pont así como un desmérito a sus decisiones administrativas, como Gobernador, y a sus decisiones militares, como responsable de la defensa del Reino de Chile.
“Marcó era ‘un palaciego desprovisto de mérito efectivo, imprudente, presumido y cruel’. Salvador Sanfuentes
“De estas condiciones morales era el mandatario llamado a defender el territorio del que se creía dueño y señor. Y así solamente puede explicarse la facilidad de caer en los ardides de San Martín. A tal punto de convencerse de que la tan anunciada expedición libertadora de los Andes sería siempre irrealizable”. Enrique Monreal.
Joaquín Edwards Bello menciona: "A Marcó del Pont, que era un hombre fino, de los mejor educados y de excelente tronco, algo raro entonces, le dieron fama de afeminado, simplemente por su limpieza, su elegancia, y el pecado de haber traído ciertos adelantos a una ciudad cuyo estado entonces era indescriptible a causa de su atraso y suciedad. En Santiago no había vidrios, ni letrinas, ni más alumbrado que el de las velas de sebo, sostenidas en pelotas de barro que sacaban a mano de las acequias. El entretenimiento de los niños era la pedrea. Lo que ahora llamamos guate, de W.C., era el zambullo, un canco hediondo que sacaban de las casas y cantinas una vez al mes. En otras partes ponían el excusado encima de la acequia en el tercer patio. En la Plaza ocupaban todo un costado los vendedores de ojotas. Las ojotas viejas quedaban en el suelo y servían los domingos para la llamada guerra de ojotas. Con este calzado combatieron los ejércitos patriotas. A esta ciudad trajo el señor Marcó del Pont alguna escupidera, peines, cepillos, jabones finos, y algún carruaje con vidrios, todo lo cual pareció insólito. Le compararon con la Pompadour y le dieron fama de afeminado. Poco cuesta desfigurar a las personas…”
Pese a esa condición de ser español, realista y estar al mando del proceso de reconquista, sus acciones en la administración del reino y las decisiones en el ámbito de la defensa militar, creó el ambiente preciso para permitir que el Ejército Libertador se hiciera la idea y se planificara el cruce de Los Andes, sino que además lo ejecutara con mínima resistencia; además, permitió el desdén en la cadena de mando del ejército realista, causando que la improvisación y el extremo cuidado eliminara toda posibilidad de éxito en la defensa del reino de Chile. Sus acciones o carencia de ellas se reflejan en la eficacia del Ejército Libertador para lograr sus objetivos y el cumplimiento del plan de San Martín a cabalidad.
Marcó del Pont diseñó un plan de defensa que, en teoría, parecía sólido. Dividió el territorio en tres zonas y concentró sus tropas en Santiago, creyendo que era el punto clave para resistir la invasión patriota. Sin embargo, su indecisión y falta de tácticas claras lo llevaron a cometer errores cruciales.
Dividió el territorio en tres zonas: Zona norte entre Aconcagua y Cachapoal. 2da Zona Central entre el río Cachapoal y el Maule; y la 3era Zona entre el río Maule y Valdivia. Los Jefes de estas zonas perseguían a los patriotas, mandaban pequeños piquetes a la cordillera y por último se prohibió andar montado entre los ríos Maipo y Maule.
También pensó Marcó del Pont fortificar el Cerro Santa Lucía y resistir allí hasta los últimos extremos.
En las ideas expuestas, Marcó trazaba en pocas líneas su mejor plan de defensa: “Con una seguridad militar, dice don Diego Barros Arana, que la historia no le ha reconocido, había resuelto disponer sus tropas en Santiago y sus cercanías, a fin de dirigirlas oportunamente y en un solo cuerpo sobre el punto verdaderamente amenazado”.
Sus actos posteriores no concuerdan pues, con las bien meditadas ideas que, para defender el territorio que gobernaba, tuvo en un momento de feliz inspiración. Su absoluta indecisión y falta de tino le hicieron atolondrar y perder por completo toda calma para afrontar una situación que, con un poco de sangre fría habría podido, sin duda, dominar o por lo menos retrasar el desastroso desenlace que tuvo. Su pecho lleno de medallas y condecoraciones obtenidas en los campos de la adulación y de los empeños no guardaron armonía tampoco, por cierto, con el verdadero significado de esas insignias que tratándose de militares solo las deben cargar los que al contrario de Marcó del Pont, las obtienen en premio de verdadera abnegación y sacrificio por servir a la Patria.”
Dice Enrique Monreal que «Marcó del Pont tenía una visión estática de la guerra. No supo adaptarse a las tácticas móviles de San Martín. Su obsesión por proteger Santiago lo llevó a descuidar otros puntos estratégicos, como los pasos cordilleranos.”
«El ejército realista contaba con aproximadamente 4.500 hombres, que corresponde a una fuerza equivalente al Ejército que estaba preparando San Martín. Su ejército estaba distribuido en batallones como el Talavera, el Chiloé y el Valdivia. Sin embargo, estas tropas estaban dispersas desde Copiapó hasta Concepción, cubriendo más de 1,000 kilómetros. Esta dispersión dificultó una defensa coordinada.»
Chile en esta circunstancia era, la parte central, el valle de Aconcagua, entre San Felipe y Los Andes en donde se juntan los caminos de Uspallata y Los Patos y de donde arranca también el camino principal a Valparaíso y frente también a la base principal de operaciones de los patriotas, Mendoza.
Era esta parte tan importante del terreno la que los realistas no debieron descuidar un momento, llevando su vigilancia minuciosa hacia el interior de la cordillera no solo para imponerse con toda certeza del avance del enemigo si no también para impedirle en lo posible dicho avance a fin de dar tiempo a la preparación y concentración del ejército.
La defensa del camino de Uspallata, dice el Coronel Bertling, era más fácil que la del cajón del río Putaendo, por el lado realista y el acercarse a Los Andes había muy buenas posiciones para impedir al agresor la salida del desfiladero. Desde Los Andes se podía impedir al invasor comunicarse por la orilla derecha del río Aconcagua con el cajón del Putaendo y quedaba más cerca la Cuesta de Chacabuco.
A cargo de esa región de Aconcagua y de la exploración de los caminos se encontraba desde la 2da quincena de enero de 1817, previo a la Batalla de Chacabuco, el Mayor Marqueli quien después que recorrió el camino de Uspallata fué reemplazado por el Coronel Atero, Jefe del Estado Mayor del Ejército realista.
Las tropas que se dedicaban a cubrir esta zona no alcanzaba a 600 plazas con 2 pequeñas piezas de artillería, de las cuales (tropas) se habían hecho avanzar pequeñas partidas en dirección de la Guardia de Achupallas y Guardia Vieja.
Con estas acciones, se estaba preparando la estrategia de una posible invasión patriota a Chile. Sin embargo, pese a que el ejército realista se encontraba en una posición defensiva, estática, cubriendo zonas que geográficamente ofrecía al defensor excelentes posiciones tácticas, con vías de abastecimiento completamente operativas, un pueblo subyugado a la represión, una oficialidad con experiencia reciente debido a las batallas contra Napoleón… Casimiro Marcó del Pont termina representando el fracaso más estrepitoso de una carencia de una visión militar estratégica acordes a todas sus ventajas operativas que acabo de mencionar.
Todo ésto hizo que el Ejército Libertador de Los Andes no solo haya podido cumplir con el plan trazado, sino que también, hasta el término del dominio español y la captura del Gobernador, los patriotas hayan encontrado en cada batalla la victoria, conduciendo a la definitiva liberación del yugo español y la independencia de Chile.
Luis Fraczinet
0 comments:
Publicar un comentario