martes, 15 de enero de 2013

Información Y Comentario De La Escritora Marta García Al Consejo Del Libro Por Adquisición De Libro

Andrés Olave revisa la debatida lista de adquisiciones de libros chilenos, celebra algunos, repara en otros y aborda la crítica por un exceso de libros de autoayuda.

Todos los años, nuestro amado/odiado y nunca bien ponderado Consejo Nacional del Libro y la Lectura, entrega la Lista de Adquisiciones de libros de autores chilenos. Esta vez, fueron beneficiados (¿sorteados?) 116 libros, lo que implica que el Gobierno comprara la no despreciable suma de 300 ejemplares de cada libro, lo que es un buen beneficio para las editoriales y claro, también para el autor.

Una primera mirada a la Lista saca a colación el hecho que si bien el Consejo compra libros de editoriales independientes más que de los grandes grupos editoriales, solo tres de los volúmenes elegidos fueron editados fuera de Santiago, un dato hasta cierto punto preocupante que sugiere que al igual que en otros ámbitos, en materia editorial Santiago sigue siendo Chile.

Un breve resumen muestra que se han seleccionado 11 libros para la categoría Arte y Patrimonio, 17 libros variopintos que son agrupados a la fuerza bajo la categoría de “Generalidades”, 14 para Ciencias, 20 para Ciencias Sociales y Humanidades, 37 para Textos Infantiles y Juveniles, y solo 17 para Textos Literarios.
Si bien hay ciertos títulos discutidos, como Neuroanatomía, un manual que no debe ser de utilidad a nadie que no sea estudiante de medicina, en general no se advierten grandes injusticias o fallos en la selección hasta el momento que se le echa una mirada a la fatídica Lista de Espera. Porque si bien es un acierto que en la selección esté presente el interesantísimo Ramal de Cynthia Rimsky, no se explica, en cambio, la postergación que sufrieron los libros de José Miguel Varas, Joaquín Edwards Bello, Oscar Hahn, Sergio Missana, Armando Uribe, Agustín Squella o Francisco Díaz Klassen. Si acaso era necesario que Héctor Veliz Meza apareciera en la lista con dos libros distintos, y a cambio, se dejara abajo el notable Colonos de Leo Sanhueza.

Por supuesto, el Consejo también obró con cierta sabiduría al dejar fuera libros como El cuaderno de Maya o el enésimo libro de Fernando Villegas, aunque al final no hay forma de ponerse de acuerdo. Cada cual tiene su propia visión del tema, a veces radical, como en el caso del escritor Matías Rivas, quien en protesta por la Lista se bajó de la comitiva chilena que a estas alturas debe estar preparando maletas para partir a la Feria del Libro de Guadalajara. Puede que en esa decisión tenga algo que ver el hecho que el propio Rivas vio desplazada a la lista de espera su libro de poemas Un muerto equivocado, o puede ser que haya experimentado una sincera indignación ante la supuesta miopía del Consejo.

Cabe preguntarse, de todos modos, cuantos de los libros elegidos serán finalmente requeridos por la comunidad lectora nacional. Hubo un par de criticas o derechamente improperios a que haya libros de autoayuda entre los seleccionados por el Consejo, pero si uno mira el ranking de los libros de no ficción más pedidos en Biblioteca de Santiago, advierte que los primeros lugares corresponden efectivamente a libros de autoayuda (Deepak Chopra, Pilar Sordo, Sherry Argov, etc.). En este caso, debe reconocerse que el pueblo ha hablado y el Consejo se limita a escuchar.

Más complejo es pensar en la demanda artificial que crea el Consejo con su Lista, que de otro modo, no tendría lugar. Se imprimen demasiados libros hoy en día, solo el año pasado en Chile se publicaron, entre impresiones y reimpresiones, 5.326 libros. Calculando un tiraje promedio de 500 ejemplares para cada libro, nos da la friolera de dos millones seiscientos mil libros y algo más. ¿Qué hacer con tantos libros? ¿Cómo darles el espacio que en mayor o menos medida cada uno merece?

Ciertamente, el Consejo hace un esfuerzo (más o menos, 450 millones de pesos de esfuerzo), por ayudar a los autores nacionales aunque no sabemos si más allá de lo económico el gesto tendrá un significado. ¿Encontrará cada libro sus lectores, llegara al fin de la larga busca que significa no solo publicar, sino mucho antes, arribar como autor a la concepción de un libro? ¿Tendrán suerte esos libros en nuestras cada vez más despobladas bibliotecas? O parafraseando a Blade Runner: ¿acaso todos esos libros no acabaran por perderse como lágrimas en la lluvia?

COMENTARIOS PARA “EL CONSEJO DEL LIBRO Y LA ADQUISICIÓN DE LIBROS CHILENOS”

Marta Ivonia:
Enero 7

Soy “escritora profesional”, definida por este Consejo, Editora de mis propias obras y de otros autores por más de 20 años. Conozco por tanto a los llamados “autores emergentes” y a los que compran los libros y, lo más común, a los que no los leen, aunque los compran sí, pero para mostrarlos en su biblioteca.
Reconozco a los pocos, poquísimos, que van a leer a las bibliotecas y a los profesores que piden leer a sus alumnos: NO LIBROS CHILENOS, sino de autores extranjeros, especialmente best-seller.

Si a eso le agrego, que el Consejo, en general, no está físicamente, donde se venden y compran libros, menos aún en el espíritu de los que SÍ desean y quieren mostrar su propia creatividad, mal pueden elegir los libros de estos “emergentes”, que SÍ muestran lo que el Pueblo, el de verdad, el que ama a Chile, de verdad quiere expresar en un libro. Éstos, totalmente ajemos a la Política contingente, a “lo que se usa”, a “lo que más se comenta”, pero no se compra. Son éstos, los que de verdad, pueden cambiar la “costumbre”, el “mito” que existe en Cultura de seguir apoyando a “los autores de siempre, los ya galardonados reiterativamente a lo largo de los años.

Mientras nuestro pueblo sigue en la ignorancia, amén de que lo que está en el mercado para leer, no es para los pobres (de todas clases), sino para eruditos, usando metáforas exquisitas, que no comprende.
Sugiero que que se cambien los conceptos. Sin tirar “saetas al voleo”, sugiero que Cultura, se dé el trabajo de hacer un listado de todos aquellos editados y registrados, cuyos originles son guardados cuidadosamente en DIBAM, para saber LO QUE EL PUEBLO VERDADERAMENTE ESCRIBE.

Marta Ivonia:
Enero 7
II
Creo que no sólo hay que apoyar “verdaderamente” a los Escritores emergentes o no, sino hay que “fomentar la Lectura”, que es el logo de esta sección. ¿Cómo se logra eso?, simplemente bajar el lenguaje desde una escritura para élites a una “para el pueblo”, ese que quiere leer lo sencillo, que le llegue con lenguaje de uso común, y que, además, le cueste lo mismo que un vaso de vino (sin IVA).

MARTA IVONIA GARCÍA VALLEJOS
Ingeniero Comercial
EDITORA (microempresaria)
Y…AUTORA