Muchas veces decimos que somos congruentes con lo que decimos y hacemos, pero la mayoría de las veces solo de dientes para afuera. “La congruencia se da cuando asumes plenamente un compromiso consciente e inconsciente con algún objetivo o comportamiento determinado”.
Por decirlo de otra manera, la congruencia es un tren de cuatro compartimientos: querer, pensar, actuar y decir.
Cuando lo que queremos, pensamos y decimos no se traduce en nuestros actos, nos convertimos en seres incongruentes; es lo mismo a que en nuestro tren o existencia, se comenzaran a romper estos compartimientos.
La congruencia no siempre resulta fácil de conseguir, ya que todos estamos compuestos de múltiples facetas de nuestro ser que no siempre desean lo mismo. Tenerla es como ser el director de nuestra propia orquesta: no se trata de que todos los músicos toquen el mismo instrumento, sino que se pongan de acuerdo en la melodía a interpretar, de lo contrario aquello no tendría “ni ton, ni son”.
La congruencia es esa sensación de coherencia, de veracidad, de certidumbre, de sinceridad que nos proporciona nuestra fuerza interior, cuando todas nuestras partes internas están alineadas hacia un mismo fin; es decir, todos nuestros “yos” están de acuerdo en colaborar y trabajar en equipo a nuestro favor.
Ser congruente implica un compromiso personal de ser consistentes con nuestras promesas y propósitos y es uno de los valores más complejos de vivir las 24 horas del día. Quien consigue ser congruente domina su ego, las justificaciones y el autoengaño, ya que es responsable de su existencia y del rumbo de su vida.
Tu congruencia te hace que te sigan y te vean como a un verdadero líder.
Cuando le enseñamos a nuestros hijos a no decir malas palabras, pero nosotras sí las decimos, cuando decimos no tomen y nosotros nos pasamos los fines de semana estamos ingiriendo bebidas embriagantes, no esperemos que ellos nos respeten, ni mucho menos hagan lo que deseamos, pues en ese momento estamos siendo incongruentes.
Otro ejemplo clásico: cuando nuestro jefe nos exige llegar temprano y él siempre llega tarde. La incongruencia es a menudo la causa de que algunos de tus hábitos resulten muy difíciles de cambiar. Cuestiones como fumar, beber en exceso, bajar de peso, etcétera, son problemáticas porque una parte tuya quiere cambiar, pero otra (a menudo inconsciente) recibe algún beneficio positivo del comportamiento que pretendes modificar.
Todos hemos tenido experiencias en las cuales sentimos que nuestra mente lucha entre varias alternativas. De acuerdo con los expertos, la incongruencia suele manifestarse como un conflicto interior con uno mismo. A menudo parece haber dos partes en la persona. Hay una que quiere hacer algo y otra que se opone. Puede tratarse de dos comportamientos, creencias o aspectos de tu personalidad. Ser congruente es difícil pero no imposible, tratemos de mejorar en este aspecto y con el tiempo será más fácil que se convertirá en un hábito.
Fuente: http://www.tzaulan.com.mx/index.php/educacion-y-cultura/427-congruenciapensar-ser-y-actuar
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