Zona saturada, una o más normas de
calidad ambiental que se encuentran sobrepasadas. Eso es, en pocas
palabras, lo que la comuna de Los Ángeles está pidiendo a gritos desde
hace ya varios años. Dichos van y vienen, pero el resultado de lo mismo
no se ha concretado. ¿Por qué? Misterio. Chillán hace poco fue declarada
como zona saturada y esta medida permite aplacar el problema y
subsidiar aquellas normas que se han visto sobrepasadas de los límites
que los técnicos en la materia han establecido.
La comuna de Los Ángeles ha sufrido en estos días con varias alertas ambientales, producto del humo de las estufas y quema de leña, principalmente, transformando el ocaso del día en una especie de neblina implacable, que atenta directamente a sus habitantes y, lo peor aún, a sus niños y adultos mayores.
Es una situación que ya está sobrepasando la paciencia de sus habitantes. Ya se han creado redes y grupos que se han manifestado en dar la importancia y prioridad que este tema tiene.
Para solucionar los problemas de contaminación del aire, a nivel local y global, se deben considerar aspectos técnicos, sociales, geográficos, económicos y políticos. En el desarrollo de estrategias de prevención y control de la contaminación atmosférica deben trabajar conjuntamente el sector privado, el Gobierno, el sector académico y la sociedad. Por último, las mejores estrategias deben estar enfocadas no sólo a cumplir con los estándares de calidad del aire y así no dañar el medio ambiente, sino a reducir o eliminar el riesgo de la población por exposición aguda y crónica a los contaminantes en la atmósfera.
Dicho esto, la verdad es que uno, como ciudadano ha de tener claro que la contaminación no es solo cuestión de una declaración de saturación, la cual sin lugar a dudas agiliza una serie de aspectos para mitigar la situación del aire, por ejemplo. Pero, del mismo modo, hemos de tener conciencia de lo que está sucediendo.
Ante el retraso inexplicable de esta firma para decretar a Los Ángeles como zona saturada, tenemos que ser nosotros quienes de una u otra forma debemos tomar todos los recaudos del tema y no es solo cuestión del aire que afecta a la ciudad principalmente. También hay que ver como tratamos nuestras aguas. El mejor ejemplo es ver cómo están los ríos Quilque o Duqueco en su paso por la comuna, con sus orillas llenas de basuras, sus aguas turbias, en fin, no existe por parte de la autoridad un claro intento de mitigar toda fuente de contaminación. La primera de ella somos nosotros, quienes vivimos en la comuna. En segundo lugar, la educación sobre el medio ambiente tiene que estar presente mas allá de una campaña, afiche o declaración, que ya estamos acostumbrados a ellos. Ha de ser un elemento de conversación en la mesa de cada hogar de la comuna, educación que se debe de impartir por el hogar y ser apoyado con acciones concretas por las autoridades, nacionales y locales, ya que las ciudades o comunas con problemas de contaminación requieren de una solución costosa y que, peor aún, requiere de bastante tiempo. No es cosa de declarar la comuna como saturada para que de un día para otro se resuelva. No, no es así. Es una metodología de largo aliento. Pensemos que es una siembra para que nuestros hijos cosechen una comuna ambientalmente sana y prospera, educada y participativa.
En nuestro país, se han aplicado grandes esfuerzos, invirtiendo en la descontaminación, pero estos se centran en la Región Metropolitana y en la minería, quedando las regiones o, siendo más específicos, las comunas en un segundo plano. Estas comunas tienen que hacer esfuerzos heroicos para que se observe la real necesidad de mitigación de fuentes contaminantes, pero aquí tenemos la fortaleza. En ellos se ve reflejada la experiencia de los últimos años que demuestra que prevenir la contaminación es un gran beneficio para la salud de las personas y del resto de los seres vivos. Además, genera beneficios económicos, ya que es más barato producir más limpio que controlar la contaminación “al final de la tubería”. ¿Quién tomará cartas en el asunto, en primer lugar? ¿Los ciudadanos o las autoridades?
Mario Ríos Peñafiel
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