martes, 12 de mayo de 2015

Viento... Por Narcisa Lezano

Cumplièndose Treinta Años Desde Cuando Se Leyò Mi Poema Viento En Radio Chilena De Santiago.

Narcisa Lezano Barriga.

Continúo recordando y por ende valorando la solidaria impronta de la recordada poetisa Eliana Godoy. Quien siempre me decía “anota todo y darlo a conocer y, cuando estés triste, acuérdate de los aplausos que te brindan cuando lees tus poemas”. Por eso, su entrañable generosidad, me permite recordar que hace ya treinta años se leyó mi primer poema y fue en la recordada Radio Chilena de Santiago, donde don Carlos Benccini leyó mi poema Viento, el día domingo 12 de mayo de 1985.

Recuerdo que escuché a don Carlos Benccini que leía unos poemas y pensé porqué no mandar los míos. Desde hacía dos años estaba escribiendo mis poemas en una máquina de escribir que me había regalado mi mamá, la señora Raquel Barriga y mi hermano Patricio les sacó fotocopias; creando unos improvisados poemarios que ya había mandado al recordado diario Renacer de Angol, donde en el mes de junio de 1983 comenzaron a publicarse dichos poemas.

Cuando escuché mi poema Viento, en voz de don Carlos Benccini, me emocioné igual como cuando se publicó mi primer poema en el Diario Renacer; y él fue Existir. 

Me siento profundamente agradecida por toda esta solidaridad literaria. Ella me permite seguir con mi destino poético. Sintiendo también una gratitud infinita hacia aquellos(as) poetas y poetisas que he conocido desde que se leyó mi poema Viento. Siempre he valorado su grandeza humana al acoger mi quehacer intelectual sin  discriminación o censura alguna.

Entonces, a tres décadas de su primera lectura he aquí, mi poema Viento.

VIENTO.

Narcisa Lezano Barriga.

Viento ¡escúchame! Tú no me traes nunca
A mi alero, los ecos de su vida.
Tu perenne tronar, no me deja escuchar
Ni su risa ni su llanto desde su ida.

Por tu causa, flameando están con tenacidad
Los árboles sobre el valle;
Más, el incesante cantar de las aves,
Hace que su dulce voz se calle.

Mis días como tú lo ves, son interminables,
Yendo mi letargo cuerpo entre agreste vías.
Sintiendo arduamente a mis entrañas plañir,
El desaliento por su indecisa venida.

Lloré con pesar, su repentina partida
Y el cielo al verme también lloró cuando amanecía.
Tú aquella vez tronabas con furor
Y no escuchaste mi infinita letanía.

Ardiendo, como volcán endiablado está mi boca,
Al no decirle que le amaba, y por su vida yo vivía.
Guardando tímidamente mis palabras
Y sellándolas en el baúl de mi voz, por mi cobardía.

En mí, no quiere morir su recuerdo
Como mueren al otoñar algunas flores.
Va creciendo como enredadera venenosa,
Surcando mis pensamientos de dolores.

Quisiera huir; más no sé a dónde.
Pues, aunque mi itinerario sea la eternidad.
Su implacable recuerdo irá conmigo.
Invadiendo las fronteras sin paz.

Pero le busco ¡Sí! Le busco sin descanso
Como has visto mis ojos cansados.
Cegados como los de un anciano,
Al mirar sus huellas, tras los que han pasado.

Siendo cada vez, más lejana su existencia;
Más agoniza la mía.
Sintiéndome ahora como árbol en un desierto,
Viendo su espejismo, para calmar lo que me desvía.

No quisiera llorarle más, como un triste niño;
Quisiera ser sobre una pista, como un payaso.
Entreteniendo a los que quieren ver, mi falso acto;
Antes que mi corazón, muera a pedazos.

Buscaré en distintos parajes vivir mi vida,
Sin sembrarlos con vivencias añoradas.
Sólo talaré las raíces de mis pesares,
Hasta que de ellos, no me quede nada.

Viento, si en sus días mi clamor imperecedero ha muerto,
Has entonces que llegue como peregrino a su frontera.
Antes, que mis labios mudos sean,
Al llamarle a ciegas, por mi alma que le espera.
               
 “Confía tu secreto al viento, pero luego no le reproche que se lo cuente a los árboles”.

                                                    Khalil Gibran.