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sábado, 8 de junio de 2024

Animitas... Un Culto Que Se Resiste A Los Embates De La Modernización

La animita es una expresión de nuestra particular forma de experimentar la religiosidad, la vida y, en especial, la muerte. Es una manifestación anónima y espontánea que surge ante un suceso trágico e inesperado, y que marca la presencia intempestiva de la muerte en este mundo.


«Ánima bendita, por tu muerte, quizás más cruel que mi vida, estás muy cerca de Dios».

(Plath, Oreste, L’ animita: hagiografía folklórica, 1993).

 

Las animitas constituyen un fenómeno de carácter estético y religioso. En tanto fenómeno estético, se las ha situado dentro de las corrientes que distinguen el arte popular; como fenómeno religioso, se las concibe como parte de la religiosidad popular. Poseen ciertas características formales y claves devotas que se transmiten de generación en generación. Tomando la forma de pequeñas casitas o templos ubicados en veredas, esquinas o carreteras, las animitas se erigen como recuerdo de aquellos que fueron tempranamente arrebatados de la vida, constituyéndose en un testimonio de fe en una vida que trasciende la muerte.

 

En la historia y origen de la animita confluyen las cosmovisiones y prácticas religiosas de dos mundos. Su antecedente americano, de acuerdo a Oreste Plath, es la apacheta, montículos de piedras acumuladas por los indígenas altiplánicos en lugares considerados sagrados, y en los que eran depositadas ofrendas para invocar protección divina en los caminos. Similar costumbre tenía lugar en el sur de España, donde se levantaban altares, ya fuera para conjurar las potenciales desgracias que pudieran acontecer en los caminos, o bien para recordar a los fallecidos en ellos.

 

Otros elementos que se incorporaron en la conformación de las animitas fueron el culto a los muertos practicado por los indígenas prehispánicos en Chile, y el culto a las ánimas del Purgatorio desarrollado por el catolicismo popular español. En ambos casos subyacía la creencia de que quienes morían pasaban a habitar una esfera no del todo ajena a nuestro mundo, desde donde podían intervenir para beneficio o perjuicio de los vivos. Fue así como surgió la costumbre de construir un sitio especial para resguardar o contener a las ánimas, pues han quedado suspendidas entre este mundo y el más allá. Este sitio semeja una casa, o bien una iglesia, un lugar acogedor que el ánima pueda reconocer como un espacio familiar donde morar mientras aguarda su pasaje definitivo al otro mundo.

 

El culto de las ánimas está sustentado, aún en la actualidad, en un sistema de reciprocidad o trueque entre ánimas y vivos. Los vivos piden favores a las ánimas para sobrellevar la vida en este mundo, mientras que las ánimas piden ayuda para poder llegar al cielo. En medio de este intercambio de favores, de pronto hay animitas que se vuelven milagrosas, pues han sabido responder prestas a los llamados y peticiones de los vivos. La fe colectiva las ha convertido en santos, transformando su historia original, e incluso su nombre, modificando así elementos del relato inicial al ir pasando de boca en boca. Más allá de la veracidad de sus historias, lo que realmente permanece es su presencia viva a través de la fe de los devotos.

 

Nuestro país posee un rico panteón de animitas. Sus diversas historias y versiones pueblan y se multiplican en nuestro imaginario, provocando la fascinación de los medios, inspirando la creación artística, y sobreviviendo a las objeciones de la Iglesia y a los embates de la modernización urbana. Algunas de las más emblemáticas son las animitas de Evaristo Montt en Antofagasta, la de Romualdito en Estación Central, la de la Difunta Correa en diversos sitios del país, la de la Marinita en el Parque O’ Higgins, la de Emilio Dubois en Valparaíso, y la del Chacal de Nahueltoro en San Carlos, estos dos últimos condenados por la justicia y cuyas muertes fueron percibidas por el grueso de la población como sentencias injustas o inmerecidas. También existen personajes ilustres cuyas obras en vida marcaron la conciencia de la gente, adquiriendo el carácter de animitas, tales como José Abelardo Núñez y José Manuel Balmaceda.


Fuente: Memoria Chilena.cl

jueves, 8 de diciembre de 2022

La Princesa Y El Toro... Leyenda De La Pampa

Cerros Pintados. Autor Diego Delso

Versión de Moisés Tello Poblete
Del libro Geografía del Mito y la Leyendas Chilenos de Oreste Plath

En el cerro La Gloria, en la Pampa Soronal, algunas noches aparece una princesa cubierta con una especie de túnica blanca, con un gran lazo en la cintura, sus pies con sandalias y sus cabellos adornados con una diadema que resplandece en mil colores, su rostro joven y hermoso, refleja una gran angustia.


Y pide con acento de súplica, que no la dejen sola, que la defienda de un gran peligro que la acecha.


Hombres le han preguntado cuál es su temor y se han puesto a su disposición.


- ¡Me he extraviado! (es su respuesta). Y sé que desde arriba de este cerro vendrá el peligro, no sé cuál es, pero será mortal para mí si no me defienden.


La joven entrega al hombre un puñal que saca de sus vestimentas, para que se enfrente con el peligro.


Al cabo de un momento se oye un ruido ensordecedor y se ve bajar a velocidad endemoniada un enorme bulto rodeado de fuego y polvo. Es una gran toro con piafar estremecedor, viene echando fuego por los ojos, cuernos y hocico. El espectáculo es terrorífico y espeluznante.


Al ver la visión demoníaca el sujeto da media vuelta, bota el puñal y huye hasta desaparecer en la noche para siempre.


El toro con una gran explosión se estrella contra la joven y ambos se esfuman tras una gran nube de tierra.



jueves, 27 de enero de 2022

Sobre Mitos y Leyendas: La Imaginación Avasalla y Colorea la Realidad



A modo de prólogo de la Editorial Nascimiento. Santiago 1983, Segunda Edición.


Retablo de lo Fabuloso


Sabemos que los mitos pertenecen a una época en que la inteligencia del hombre primitivo no era apta para desentrañar la explicaciòn de los fenómenos que en torno suyo se desarrollaban.


El mito no es, pues, más que una explicación de la causa o del origen imaginado de tal o cual ser, cosa, fenómeno o hecho.


El hombre mitológico sintió que el mundo vivía. Pero no interpretó esa vida como nosotros.


Los fenómenos de la naturaleza que se presentaban, no eran el resultado de una ley natural, sino como actos de personajes divinos, o al menos sobrehumanos, de poderes buenos o malos.


Era el tiempo de la fantasía, de la expresión poética, de las impresiones producidas por los fenómenos de la naturaleza en la sensibilidad virgen de los hombres primitivos.


El mito entrega el conocimiento de la vida del hombre antiguo y la interpretación de su pensamiento y de sus acciones. Es una clave que permite reconstruir, trozo a trozo, el tiempo sin escritura. El dato mitológico pasa a aser el auxilio a muchas disciplinas humanísticas y científicas que explican el origen, el ambiente y el quehacer natural e intelectual del hombre.


Por estas razones merece igual respeto la relativa inexactitud de un texto mitológico que la exactitud relativa de un texto histórico.


La leyenda responde a los estímulos de la naturaleza circundante, tiene implicaciones de variadas índoles, logra variantes, matices diferentes conforme al medio. Puede tener una razón, una verdad y decir relación con la geografía, con un hecho histórico, con un acontecimiento repetido y exagerado intehra el acervo folklórico, conformando el leyendario.


En la leyenda se está a corta o mucha distancia de las fuentes, pero la imaginación popular teje la aventura y la desventura. La imaginación avasalla y colorea la realidad.


Sobre el libro Geografía del mito y la leyenda chilenos


En esta acuciosa investigación Oreste Plath recorre la geografía

chilena recogiendo mitos y leyendas de la memoria colectiva

en una verdadera incitación a imaginar y soñar con aquello

que nos conecta con lo más profundo de nuestras raíces:

En esta Geografía se han ordenado mitos pascuenses de

la isla chilena etnoarqueológica que proporcionan una

gravitación polinésica; mapuches que dan a conocer la

genealogía de sus deidades, con la explicación de los atributos

peculiares de cada uno de ellos; los chiloenses con

personificaciones constituidas con elementos que dicen

relación con salud, enfermedad, muerte y animales que

conforman un bestiario fantástico; y la cosmogonía de la

cultura patagónica con sus espíritus del mal y del bien,

con sus sueños y presagios, con sus genios poderosos

que maniobran a su arbitrio a los hombres y a los elementos naturales.


Libro Geografía del Mito y la Leyenda Chilenos de Oreste Plath



sábado, 4 de diciembre de 2021

Cantares de Navidad… Por Oreste Plath

Los villancicos eran cantares de los villanos. Esto de villanos se decía no en el sentido infame, sino en el justo y cabal de habitante de las villas, o sea, aldeanos, lugareños.


Estos aires populares, villancicos o villanescas, eran trovas que cantaban los campesinos que iban alegremente por los caminos, en peregrinaje a los santuarios. Pero, estos temas, en su forma romancesca, perdieron su amplitud y se limitaron a los motivos religiosos.


El villancico o villanesca se transformó, y al modificarse mudó también su contenido.


El villancico como composición poética de asunto religioso se canta en las iglesias para celebrar los Nacimientos en las fiestas de Navidad. En su aspecto de canción, fue muy cultivado por los compositores españoles de los siglos XV y XVI.


A Chile, llegó con los primeros frailes quie arribaron con el conquistador y, con más propiedad, con los mercedarios y franciscanos.


El villancico se cultivó entre los músicos coloniales del país y se escribía para ser cantado por Pascua. Hoy, van de lo popular a lo culto, de lo regional a lo nacional. Junto a los villancicos anónimos están los de los compositores, músicos con penetración de lo folclórico.


En las fiestas navideñas se habla de Aguinaldo, Madrigal, Gozo y Alabanza.


Liturgistas y comentaristas religiosos, dicen que Aguinaldo es un regalo que se da en Navidad o en la fiesta de la Epifanía. Madrigal, composición poética en la que se expone con galanura un afecto o pensamiento. Es probable que derive en madre por haber sido dedicados los primeros a la Vírgen María, madre de Dios. Gozo, composición laudatoria a la Vírgen o a los santos. 


Se aplica a lo moral, supone algo sublime; “su vista lleno de gozo su corazón”. Alabanza, es expresión o conjunto de expresiones con que se elogia, encomia. Loa con que se celebra el motivo de adoración.


Estas palabras de emotiva connotación, tal vez con leyendas en antiguos pueblos, se producen etimológicamente, en estos días, por su significación en el mundo cristiano.


Oreste Plath, Folclorólogo

Diario La Estrella de Valparaíso 

Martes 24 de diciembre de 1991