Cuando Pablo Neruda ganó en 1945 el Premio Nacional de Literatura, decidió compartir la mitad de su monto material con su amigo Ángel Cruchaga Santa María, a quien consideraba uno de los grandes poetas de Chile. Neruda valoraba la obra poética de Ángel como una de las cumbres líricas de su tiempo. Cruchaga Santa María obtuvo también en 1948 el Premio Nacional de Literatura y sus libros fundamentales fueron Las menos Juntas Job y La Selva Prometida.
En su “Introducción a la poesía de Ángel Cruchaga Santa María”, publicada por la revista Aurora de la Alianza de Intelectuales, en julio de 1947, Neruda definió la particular trizteza y el mágico universo poético de Cruchaga en los siguientes términos:
“Como un toque de campanas negras y con temblor y con sentido diametral y augur, las palabras del mágico cruzan la soledad de Chile, tomando de la atmósfera sustancias diversas de superstición y de lluvia. Devoluciones, compras, edad ¿, lo han transfigurado, vistiéndolo en cada día lunar con un ropaje más sombrio de tal manera que, repentinamente visto en la noche y en la casa, siniestramente despojado de atributos mortales, parecería, sin duda, la estatua erigida en las entrañas del gran recinto.
Esos cajones dulces fenomenales de la poética de Ángel guardan sobretodo ojos azules de mujeres desaparecidas, grandes y fríos como extraños peces y capaces aún de dar miradas tan largas como el arcoiris. Substancias definitivamentes estelares, cometas, ciertas estrellas, lentos fenómenos celestes han dejado allí un olor a cielo y al mismo tiempo gastados materiales decorativos, como espesas alfombras destruidas, amarillas rosas, viejas del imperio sideral tómanse femeninamente tibias, gira en círculos de oscura esplendidez, como cuerpos de bellas ahogadas, rodeadas de aguas muertas, dispuestas a las ceremonias del poeta.
Las vivientes y las fallecidas de Cruchaga han tenido una tiránica predisposición mortuoria, han existido tan puramente, con las manos tan gravemente puestas en el pecho, con tal acierto de posición crepuscular, detrás de una abundancia de vitrales, en tan pausado tránsito corpóreo, que más bien semejan vegetales de aguas húmedas e inmóviles florescencias”.
Fuente: Boletín de la Fundación Pablo Neruda. Primavera 1989, p. 12 il.