Fuente: Fundación Terram
Ecosistema glaciar
A pesar de lo que muchos podríamos pensar, el ecosistema glaciar no solo es la masa de hielo blanca, visible muchas veces. Sino que la componen diversas conformaciones como el permafrost y el ambiente periglacial, las que en su conjunto cumplen roles ecosistémicos fundamentales para la salud de los ecosistemas con los que se relaciona. También con los seres vivos que los habitan, incluyéndonos.
Chile posee, según el Inventario Nacional de Glaciares de 2019 de la Dirección General de Aguas (DGA), 24.114 glaciares, los que representan el 4% a nivel mundial y más del 80% de estos en el continente. Hay que mencionar que esta cifra debiese variar producto de los factores antrópicos indirectos como el cambio climático. Además de los directos, como la intervención y vulneración de glaciares por parte de mineras e hidroeléctricas.
Pero también por los criterios para considerar a los glaciares dentro del inventario que realiza la DGA, ya que este solo considera glaciares por sobre una hectárea. Si bien en las últimas actualizaciones han incorporado glaciares menores, solo son considerados por el Sistema de Evaluación de Impacto Ambiental aquellos dentro del inventario.
“Si hay un proyecto minero y dentro del área de concesión hay un cuerpo glaciar no inventariado, esa empresa ni siquiera tiene que informar en su estudio que está ese cuerpo y entonces en la práctica no existe. Eso es súper preocupante”, mencionó sobre la relación con el proyecto de ley de protección de glaciares, Fernanda Miranda, geógrafa e investigadora de Fundación Terram en materias de agua y ordenamiento territorial.
Junto con esto, Miranda agregó que “en la zona central y norte hay muchos glaciares de tamaños menores no inventariados, pero que sí cumplen funciones hídricas y ecológicas relevantes y que no se encuentran protegidos”.
¿Cómo se compone un glaciar?
Los glaciares son mucho más que agua congelada, son ecosistemas sumamente frágiles compuesto por diversas conformaciones como el permafrost y el ambiente periglaciar. El primero es una capa de suelo permanentemente congelada, mezcla de hielo y tierra. El segundo es todo aquello que rodea al glaciar y está influenciado por este.
María Jesús Martínez, vocera de la Coordinación de Territorios por la Defensa de los Glaciares, lo ejemplifica de la siguiente manera, considerando que es poco lo que sabemos como sociedad sobre estos ecosistemas, “es como si tuviéramos un refrigerador, la parte de arriba, el congelador, es el glaciar y la parte de abajo es el ambiente preglaciar”, dijo remarcando la fragilidad e interdependencia de ambas conformaciones.
En este sentido, y a pesar de las declaraciones del exministro de Minería Baldo Prokurika, quien aseguró que hay estudios que demuestran que el aporte hídrico del permafrost en muchos casos es cero, y de esta manera intervenirlo no afectaría la seguridad hídrica, Martínez matizó esta declaración ya que esta formación contribuye a la preservación de las condiciones que generan una estabilidad para que el glaciar se puedan mantener.
“El ambiente periglaciar y el permafrost que está influenciado por estos glaciares, también son una zona de amortiguación de los glaciares. Cualquier impacto pasa por ahí antes de llegar a los glaciares y lo van haciendo mucho más paulatino”, dijo la vocera, recordando que la protección de los glaciares tiene como objetivo reducir la velocidad con que estos se derriten, situación inevitable ya que estos son reductos de la última era glaciar.
Seguridad hídrica y triple impacto de la minería
En un contexto de sequía nacional y de calentamiento climático, el cual seguirá agudizándose de no cambiar nuestra forma de vida y relación con la naturaleza, los glaciares se perfilan como un elemento básico. Ello tanto para asegurar la escorrentía superficial de cauces de aguas como el aporte a napas subterráneas.
“Solo a modo de ejemplo, en la Región de Valparaíso que tiene aproximadamente un millón de habitantes, hoy los glaciares están aportando a la cuenca, desde la zona alta y hasta la zona urbana de Valparaíso con el 80% de agua, que se sabe por estudios, que provienen de las áreas glaciares y no estamos protegiendo como es debido estas fuentes estratégicas”, mencionó Martínez.
Junto con ser reserva de agua, los glaciares también cumplen diversas funciones ecosistémicas “que no pueden ser reemplazadas por un embalse o por la desalinización de agua de mar ya que estos no regulan el clima como sí lo hacen los glaciares y no restablecen el ciclo hidrobiológico en las cuencas. Además, generan impactos ambientales y sociales en los territorios”, aseguró Miranda.
De esta forma, la gestión responsable y normada del agua, en todas sus formas y vista como un ciclo, es una deuda histórica de nuestra legislación. Frente a esta situación la aproximación es múltiple e involucra tanto la creación y actualización de lo normativo, legislativo, la fiscalización e incluso de matriz energética.
Para el académico y economista de Terram, Telye Yurisch, la minería genera un triple impacto hídrico ya que primero, consume un gran volumen de agua en sus operaciones; segundo, contamina el agua que utiliza y también napas subterráneas, lo que no permite su uso posterior; y el tercer lugar, porque se destruyen fuentes de agua como bofedales, humedales y glaciares, afectado gravemente la disponibilidad hídrica.
“Va más allá del discurso de que la minería consume poca agua comparada con la agricultura porque hay que ver el contexto y la proporción. La minería se ubica donde hay poca disponibilidad de agua [principalmente en el norte] y la agricultura donde hay una mayor disponibilidad, como en el centro sur de Chile. Es distinto”, aseguró el economista.
De esta forma, Yurisch tomó los datos del Mapa de Conflictos Socioambientales que realiza el Instituto Nacional de Derechos Humanos (INDH) para identificar y caracterizar los conflictos mineros. Cuando realizó la caracterización, el mapa del INDH presentaba 118 conflictos ( hoy son 119) de los cuales 33 son conflictos con la minería.
“Hicimos este ejercicio de ver cuántos de estos conflictos tenían relación con una de estas líneas teóricas que te mencionaba y de esos 33 conflictos 29 son por agua: 13 por consumo, 13 por contaminación y 3 por destrucción de fuentes de suministro, que principalmente son conflictos por afectación parcial o completa a ciertos glaciares. El problema político de la minería actual es el agua sin duda, ese es tu talón de Aquiles”, precisó el economista.
La cocción del glaciar
Molestia ha causado a la treintena de organizaciones que componen la Coordinación la postura del oficialismo, de las mineras y de algunos sectores de la oposición de considerar a los glaciares aislados de su entorno y más aún si es que se argumenta que son masas de hielo en declive y que por tanto no habría un daño significativo en intervenirlas. Argumento que deja entrever el sector minero.
De forma paralela vemos al Estado construyendo embalses para de esta forma asegurar una cierta, pero ineficiente, seguridad hídrica. Cuando a luces de la organización la solución está en proteger al ecosistema glaciar con una completa Ley de protección de glaciares.
En este sentido, el lobby minero se ha hecho sentir en las discusiones del Senado ya que, de espalda a la ciudadanía y sin participación de instituciones y organizaciones críticas del actuar de las mineras en nuestro país, se ingresaron indicaciones al proyecto de ley que lo transformaron de forma sustancial al abrir la posibilidad de intervenir las conformaciones antes mencionadas.
“Ingresaron estas indicaciones y quedamos todos perplejos En el último tiempo ha ocurrido un cambio de posición con respecto al permafrost y el ambiente periglacial que no entendemos por qué ocurrió”, lamentó Miranda, ya que desde fundación Terram han seguido de cerca la tramitación del proyecto de ley.
En este sentido la vocera de la Coordinación critica la forma en que se ha tramitado el proyecto de ley, en lo que llama una “cocina” de espalda a la ciudadanía.
Comprender los ciclos para prever
Una de las acciones que afectan de forma directa a los glaciares es la depositación de polvo sobre su superficie producto de la actividad minera y la remoción de tierra, lo que aumenta su captación de calor y por ende su derretimiento. Sin contar las afectaciones directas sobre el ecosistema glaciar como la destrucción de los mismos mediante sondajes y explosiones.
“Se estima que una gota que nace en la cordillera demora 24 horas en llegar al mar, ese es el flujo que tiene el agua desde la cordillera al mar”, destacó Martínez. A su juicio lo que hace falta en la ley de protección de glaciares y en general en la legislación ambiental es entender y proteger los ciclos naturales en su contexto y con sus diversos elementos, sobre todo el del agua.
El principal temor es perder los glaciares de forma acelerada, ya que esto pondrá en una compleja situación la seguridad hídrica de millones de personas. “Las ciudades no podrán subsistir sin el agua de los glaciares, ya que son muy relevantes para el abastecimiento de agua en períodos sin precipitaciones”, alertó Miranda. Razones de peso si consideramos la sequía en la que nos encontramos por décimo segundo año consecutivo y con un territorio con más del 70% de su superficie con algún grado de desertificación, sequía, erosión o degradación de suelo según datos de la Conaf de 2016.
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