De ciertas nostálgicas calles
hoy me acuerdo en este puerto
ques un siempre anochecer.
Por esas rutas sin olvido
vagué tardes de mi adolescencia
y alguna adultez. Los almacenes
que prodigaban pan y sencillo
arroz, las incontables profecías
en una vereda de mártires nocturnos,
son, en este momento, mi receso y mi gloria.
Ciudad al sur, me complace
esta mañana pronunciar
su nombre sin mover el
espejo invisible del habla.
Por un instante ausente de relojes
muere este día para dar paso
a los perros que duermen
al arrullo de trenes sosegados
bajo neblinas y paciencias.
De ciertos nostálgicos temores
hoy me estalla el lánguido delirio
mientras afuera
se corretean alegres
juegos de niños muertos.
Andrés Rodríguez Aranis
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